Charla, muy gratificante, con Carlitos, un zagal despierto, listo y simpático, a quien bauticé hace años (me trae una foto de la ceremonia) y que viene a interesarse por mi salud.

El encuentro con Carlitos me deja tema para varios artículos. Irán saliendo. Pero ya, como resumen, tengo que dejar constancia de la magnífica impresión que me ha producido este muchacho, indudable fruto de nuestra época. ¡Hay de todo como se ve!

Miro y registro un poco el montón de libros que lleva mi joven amigo en la mochila y esto me da pie para reflexionar sobre el tema de los libros.

¿Nos hemos parado alguna vez a pensar en el currículo oculto de los libros de texto? Los ciudadanos y ciudadanas futuras aprenden lengua, matemáticas o física en unos libros que, muy posiblemente, hayan sido seleccionados concienzudamente por un claustro de profesores de acuerdo a sus bondades técnicas y didácticas. Son los libros que el colegio decide pedir que los chicos y chicas lleven porque estructuran bien un temario, sus contenidos son adecuados y completos, son amenos, están bien redactados, tienen actividades complementarias, dibujos, etc€ ¿Es suficiente?

Recuerdo una viñeta de El Roto que he utilizado mucho en mis charlas y que dice algo así como: «En lengua nos están enseñando a escribir contratos y en matemáticas a pedir un préstamo». ¿Cuáles son los valores profundos que estos libros transmiten? ¿Son inocuos algunos ejemplos? Que si cuánto cuesta un ramo de margaritas; que si cuánto nos ahorramos al comprar un artículo rebajado en un 10%; que si cuánto dinero falta para comprar algo si solo tenemos ahorrados 20 euros€ En la mayoría de los libros de texto solo se enseña a consumir, no a consumir de manera responsable, no se muestran las consecuencias sociales y ambientales del consumo, ni se enseña a cómo lidiar con la frustración de no poder consumir todo lo que a uno le gustaría. Algunos libros incluso de una manera descarada se dice que «las multinacionales forman parte de nuestras vidas» o, como en un libro de francés de primero de bachillerato, en el que a título de ejemplo de qué cosas hacer con los amigos se nombra ir al cine, a conciertos, danza moderna, jazz, etcétera. Pero nada que se pueda hacer sin dinero.

Leí una vez que ante el mundo y la sociedad podíamos tomar una de estas cuatro posturas. Primero, la liberal, para la cual en la sociedad en la que vivimos no hay nada erróneo y los postulados educativos deben ir enfocados hacia cómo razonar y elegir racionalmente, hacia como comportase en esta sociedad esencialmente correcta.

Segundo, la reformista, para la que ciertas costumbres de nuestro estilo de vida son erróneas y hay que cambiarlas, fomentando un análisis crítico de dichas costumbres pero sin poner en tela de juicio el sistema global.

Tercero, la responsable, para la que la sociedad es un todo complejo con consecuencias positivas y negativas de nuestros comportamientos y por lo tanto el proceso educativo debe ayudar a ser crítico, a comprender la complejidad y a buscar soluciones.

Y cuarto, la radical, para la que la sociedad de consumo sería, por su propia naturaleza, perversa y debería ser abolida. El planteamiento educativo parte del conocimiento y análisis de las causas profundas de estos males para plantear una reforma radical.

Así pues, ¿qué enseñan los ejemplos de los libros de texto que nuestros muchachos y muchachas estudian? ¿A ser un individuo capaz de elegir sin ser engañado o a transformar el mundo? Un buen comienzo como padres y madres responsables podría ser estudiar qué mundo es el que nos enseñan (nos construyen) los libros que nuestros hijos estudian. Esta es la tarea para mañana.

Carlitos, amigo, gracias por tu visita, por tu regalo y por muchas de las cosas que has dicho, y que, Dios mediante, me encargaré de transmitir a los lectores. Saludos a tus padres. Un abrazo.