Hace diez años no, pero ahora, Ana Patricia Botín se dice feminista. Te creo, hermana: cómo no va a caber una banquera en el feminismo de alto poder adquisitivo y princesas de Hollywood.

A los famosos ya no les vale que aspiremos a imitarles y nos dan lecciones prácticas como tener cachorros usando un aparato reproductor ajeno y pobre, pero sano y a la vez, a ver con horror El cuento de la criada. El nuevo calendario Pirelli presenta mujeres empoderadas mirando hacia el futuro, una tumbada en su estudio de pintora, otra en un penthouse de exitosa, con partenaires que son bailarines o modistos. Sin desnudos: en bragas, mallas o saltos de cama. ¡El empoderamiento va como loco!

El feminismo de rica se ve en el ojeo de las revistas de moda que va de la famosa empoderada a la modelo semidesnuda y sumisa y acaba en mama María haciendo el bien entre africanas, todo junto, para vender hidratación a precio de oro.

Es el fin de la historia de Francis Fukujama y Nicole Kidman que da un feminismo del poder y del privilegio en el que se habla de 'mujeres valientes' que se atreven con un peinado o con un modelo exclusivo, la cirugía plástica o un novio 20 años más joven, como oímos cada día en el tran-tran de este nuevo mecanismo de consumo, sometimiento y engaño vestido de largo por una ideología 'negro cool' y 'rojo alfombra'.

Al final de la guerra de sexos, sigue la lucha de clases. A Ana Patricia Botín le faltan siglos para tener sensibilidad social y no está de acuerdo con la tasa a los bancos que ayude a pagar las pensiones de un sistema que, después de una crisis financiera, desbarató el mercado de trabajo, estafó a inversores con deficiencias neurológicas, mató gente y arruinó una sociedad.