Estamos asistiendo a una agresión continua en el mensaje lanzado por cierto partido, que se dice político y constitucional y que cada vez que tiene oportunidad escupe de forma irónica «la mal llamada Ley de Violencia de Género, pregonando la derogación de la misma y propulsando, sin embargo, la creación de leyes de protección para la tauromaquia y la caza. Palabras que nada más pueden salir de la insolencia ignorante de quienes las pronuncien.

Desde 1991, las asociaciones de mujeres venían pidiendo una ley integral, conseguida en la 1/2004 de 28 de diciembre de 2004 de Medidas de Protección Integral con la Violencia de Género, que engloba, entre otras, actuaciones en materia educativa, apoyo a las víctimas, jurídicas y penales y una cuestión tan prioritaria como los derechos laborales, de Seguridad Social y ayudas para fomentar el empleo de las víctimas.

Detrás de esta ley que pretenden derogar, lo único que existe es un rayo de luz después de tanta desesperanza y desazón de quienes padecen los malos tratos, la mayoría de veces en silencio y tapado por el miedo de las víctimas.

Lo que persigue esta ley es actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder del hombre sobre la mujer, se ejerce sobre éstas por parte de quien sean o hayan sido sus cónyugues o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas en relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia.

Hay que terminar con esta lacra social, que en la mayoría de ocasiones ataca a las clases más débiles socialmente. Hay que erradicarlo con la puesta en marcha de forma efectiva de mecanismos de prevención, educación, sociales, sanitarios, jurídicos, policiales y laborales, y para ello se han de implicar todos los agentes sociales, Administraciones públicas y el conjunto de la sociedad. Es un trabajo que hay que realizar desde el corazón, desde la igualdad y con el convencimiento de que todas y todos hemos de tener los mismos derechos, mujeres y hombres que no puede primar el dominio y la aceptación de la supremacía masculina.

Hemos de eliminar de nuestra sociedad ese odio que algunos nos pretenden inculcar, odio que se inicia desde el primer momento en el que, ante un problema tan serio, se mira hacia otro lado. A todos ellos, como hombre, les diría que tendrían que reflexionar: poner en entredicho los derechos alcanzados contra la violencia hacia la mujer hace peligrar la integridad también de sus seres queridos. Ellos, al igual que nosotros, tienen madres, hermanas y algunos también somos padres, y mi deseo es que los hijos nunca se vean inmersos en su entorno en capítulos negros de violencia de género, como así ha ocurrido a miles de mujeres durante el transcurso de toda la historia.

El problema de la violencia contra la mujer no se podrá erradicar sin tomar medidas de carácter estructural, basadas en dos pilares fundamentales. Por un lado, la Educación para prevenir, en la que se eduquen hombres y mujeres en la convivencia; por otro, legislar es proteger, medidas que han de ser coercitivas para quien las incumpla.

El día 25 de noviembre es el Día Internacional contra la Violencia de Género. Desearía que nunca más se rememorase, porque sería indicativo de que está totalmente erradicada.