La filosofía nace con Sócrates como un modo de vida consagrado a preguntar sobre lo que nos es más evidentemente importante, lo que queremos mantener siempre cerca sin perder nunca de vista. Las preguntas filosóficas nacen de saber que lo más cercano, evidente y familiar alberga siempre algo imprevisto.

¿Cómo se llega a saber que lo más evidente esconde algo que no se deja ver a primera vista? ¿Qué clase de saber es éste, que caracteriza a la filosofía, y que Sócrates aprendió de Diotima, Fenáreta y Jantipa?

Todas estamos más o menos convencidos de la importancia del dinero, el reconocimiento y el poder. Sin ellos, vivir se reduce al esfuerzo de mantenerse con vida. Si Sócrates no consagró su vida a estos bienes es porque no tuvo que hacerlo. Su esposa Jantipa, que pertenecía a una familia acomodada, cuidó de Sócrates hasta el final de sus días.

Cuidar de estos bienes es cuidarse ante la muerte, es querer mantener la vida libre del sufrimiento y de las dificultades que la ponen en peligro. Cuidar de algo o alguien es querer que ese algo siga vivo, que siga siendo lo que es.

Sócrates insiste, en conversación con Glaucón, en minimizarel cuidado ante el dolor y la muerte, y con ello nuestra dependencia de estos bienes. Según Glaucón, sin embargo, la vida humana no se conforma con la mera supervivencia animal, y aspira siempre a más de lo que necesita: más riqueza, más honores y notoriedad, más control. Sócrates señala entonces que la vida descrita por Glaucón está condenada al desasosiego. Una vez satisfecha una necesidad o superada una dificultad, hace falta una nueva dificultad ante la que sobreponerse. Si al querer algo no sólo queremos satisfacer una falta, ¿qué es lo que realmente queremos entonces?

Un militar, por ejemplo, actúa por amor a su comunidad cuando se consagra al cuidado de su integridad y bienestar, convencido de lo que es mejor para ella. Al honrar al militar, la comunidad corresponde a su entrega. Pero si el militar no entiende que lo mejor para su comunidad quizás no está en lo que la comunidad ya es, sino en lo que podría llegar a ser, entonceslo mismo que daba fama y honorabilidad al militarpodría llegar a hacerle despreciable e infame. ¿Quién sabe de antemano lo que podría llegar a ser lo mejor para uno mismo y para los demás?

Amar o querer algo o a alguien no es sólo cuidar de lo que ya es y mantenerlo con vida, sino liberarlo y dejarle ser todo lo que pueda llegar a ser. Sócrates aprendió esto de su madre, la matrona Fenáreta. Experta en la gestación y la crianza, Fenáreta se consagró a la posibilidad y el desarrollo de vidas que están aún por vivirse.

Sócrates pone en práctica el arte de Fenáreta en conversación con Teeteto, un joven estudiante de geometría. Teeteto ama la verdad y la evidencia, y quiere conocerlo todo. Para conocer el todo de algo hace falta, como en la gestación y crianza, atender a todos los cambios posibles, previstos e imprevistos, en el curso de su desarrollo y hasta sus últimas consecuencias.

Todo lo que algo puede llegar a ser, hasta sus últimas consecuencias, sólo se hace evidente en lo que ya no puede, en lo imposible. Si algo no sólo llega al límite de sus posibilidades, sino que también lo cruza, en la dirección de lo imposible, en ese punto deja de ser lo que es y pasa a ser otra cosa. Por ejemplo, la línea recta tiene que hacerse segmento para llegar a ser los lados de un triángulo.

Las últimas consecuencias son también las más imprevistas, y esconden lo peor y más doloroso de un final. Pero como motivan el comienzo de algo nuevo, también albergan algo inimaginablemente bueno, que es mejor que lo mejor. ¿Quién no se ha sorprendido al encontrar satisfacción en aquello que nunca había creído querer? ¿No hay siempre quien reivindica la belleza de algo que es repulsivo para los demás?

Amar o desear no es sólo dejar que algo o alguien llegue a ser hasta el final todo lo que podía desde el principio llegar a ser, sino quererlo desde antes de su principio y hasta después de su final. Amar a alguien es querer que cambie, que se vuelva irreconocible, que se convierta en una incógnita. Sócrates aprendió esto de la sacerdotisa Diotima.

Según Diotima, el amor y el deseoson un cruce entre lo mortal y lo inmortal, son lo que une y separa a los hombres y los dioses. Los hombres no quieren morir, y se inmortalizan en su descendencia por un amor que engendra belleza. Y los dioses inmortales sólo quieren morir por amor a la belleza, por seducir y ser seducidos. Los antiguos griegos llamaban 'daimon' a este dios que toma tierra y se dispone a morir. Según García Lorca, nosotros le llamamos 'duende'.

¿Por qué querría morir un dios inmortal? Ésta es laincógnita de la filosofía.