Se levanta el telón y se ve a un toro haciendo funambulismo en un cable extendido sobre una calle. Un espectador avisa: «Te vas a caer, tory». Pero el toro sigue avanzando sobre el cable. «Te vas a caer, tory», insiste el espectador hasta una tercera advertencia, y en efecto, el toro se desequilibra y cae al suelo. ¿Cómo se llama la película? Love Story (¿lo ves, tory?).

Se supone que es un chiste. Malo, desde luego, y como tal, muy bueno. Llevo varias semanas obsesionado con él. Hasta el punto de que no me resisto a liberarme del toletole. Los chistes siempre son metafóricos, es decir, aplicables. Las advertencias continuadas, insistentes, repetitivas acerca de que el Mar Menor se muere no son de hoy ni de ayer, sino de antes de anteayer. Y por fin ha llegado la hora. ¿Lo ves, tory?

El Mar Menor se viene muriendo desde hace mucho tiempo, no porque esto responda a un ciclo natural, que de existir superaría a decenas de generaciones, sino porque está siendo agredido durante décadas por quienes desde el poder político lo han identificado como el basurero de un desarrollismo cortoplacista que proporciona ingentes cantidades de votos.

A veces, intermitentemente, el Mar Menor ofrece señales de alarma que se detectan de manera gráfica. Por ejemplo, la 'sopa verde' de hace tres años. El Gobierno del PP, aun reconociendo la inoportunidad de aquella evidencia para sus intereses políticos, tomó la decisión de ocultarla. Se suponía que era un brote ocasional que quedaría rápidamente disipado. Y lanzó de inmediato a sus agentes propagandísticos para extender una visión negacionista: era preciso esperar a que el verde se reconvirtiera en azul antes de que la noticia traspasara las fronteras locales, pues en otro caso se produciría un daño terrible al turismo.

El dictado del Gobierno regional era: no se ha de hablar de la sopa verde, porque extender fuera de la Región esta eventualidad dañaría los intereses económicos del conjunto de la población murciana. Por tanto, hablar de los problemas del Mar Menor era tanto como hablar mal sobre la Región de Murcia.

Había que ocultar la misma existencia del problema. En realidad, bajo pretexto del interés general se pretendía ocultar que el Gobierno estaba permitiendo el asesinato del Mar Menor para beneficiar a su costa a los sectores que le proporcionaban votos y tal vez financiación electoral, pues de otra manera no se explica tamaña permisividad con la agricultura desmandada.

Llegaron incluso a promover campañas de branded content, que en este periódico, por ejemplo, duraron muy poco, visto y no visto, pues el Gobierno se convenció de que los titulares de portada, las noticias sobre la realidad de la laguna y los análisis y tribunas de opinión desmentían los publirreportajes hasta el punto de reducirlos al ridículo. Pero aquello resultó enormemente demostrativo: intentaban contrarrestar con propaganda una realidad incómoda. Y en vez de atacar el problema pretendían ocultarlo bajo pretexto de que la difusión del mismo contribuiría a una mala imagen de la Región, justo la que por su acción permisiva y cómplice producía el propio Gobierno regional.

Una vez que ha quedado desvelada la profundidad de la tragedia, López Miras y los suyos no tienen otra opción que repartir responsabilidades, y añaden a la toxicidad consentida de los nitratos contaminantes algo todavía más tóxico desde el punto de vista político: el cinismo. Así, vemos que el presidente de la Comunidad, en un acto electoral junto al líder nacional de su partido, Pablo Casado, apela al Gobierno central, del que dice que los ministros que han venido a Murcia por estas fechas han coincidido en asegurar que no habrá un euro para la recuperación del Mar Menor. Vemos que el presidente murciano pide al Estado que recoja los platos que él mismo y sus antecesores han roto, y no tiene una palabra para referirse a los agentes privados de la contaminación de la laguna, obviando el lema 'quien contamina, paga'.

El presidente nacional del PP, que algún día vendría a bañarse en el Mar Menor, según anunció en su momento su mano derecha, Teodoro García, no se acercó a la playa en esta visita, tal vez por razonable prudencia. Algunos hemos recibido en nuestros domicilios, en coincidencia con esa visita, una carta de Casado, añadida a las papeletas electorales, en que junto a un decálogo de propuestas para su gobernación, añadía un breve capítulo referido a la Región de Murcia en el que, oh casualidad, no hay referencia alguna al Mar Menor.

Lo hace a la DANA, cosa que resulta más sorprendente, pues esto indica que la redacción de este folleto propagandístico es muy reciente, tanto que debiera haber incluido una cuestión estructural que supera a la coyuntural de una tormenta dañina que desveló a la vez que se producía el estado terminal del Mar Menor. Cabe suponer, por tanto, que esta cuestión es algo sobrevenido para el PP, como de última hora, tan ultimísima que ni siquiera les ha dado tiempo a incluirla en el buzoneo para el 10N.

El Mar Menor, un problema histórico de esta Región, es para los actuales dirigentes del PP algo que ni siquiera figura en los folletos de propaganda del líder nacional, por mucho que éste se desgañite después en actualizar su discurso, una vez que la imprenta ha llegado tarde a recoger esa preocupación supuestamente principal que, por otro lado, relega al Gobierno en funciones.

El Mar Menor no ha estado nunca en las prioridades de actuación política de este Gobierno ni de ninguno de sus anteriores del mismo signo. Es algo perfectamente constatable. Más bien, la Administración del PP ha estado atenta a cualquier iniciativa de la oposición o de las asociaciones y colectivos verdaderamente implicados en la defensa del medio ambiente para tratar de bordear sus propuestas e iniciativas. Lo más grave es que existe un registro de apuntes, declaraciones y espontáneas aserciones en redes sociales que no solo han ignorado la cuestión, sino que la han dado por saldada.

Menos mal que ayer se produjo la esperada gran movilización de los ciudadanos de esta Región, dispuestos a no pasar una respecto al Mar Menor. Es verdad que algo de responsabilidad colectiva se aprecia en el ambiente, pues una Región que vota insistentemente a quienes propician la depredación de los bienes naturales no está, en su conjunto, legitimada para hacerse de nuevas sobre un problema tan previsible y palpable. Pero alguna vez hay que empezar a reflexionar sobre a qué camino nos conduce la indiferencia. Ayer, la Región parecía estar viva. ¿Lo ves, tory?