Frank Dikötter vive en Hong Kong, donde es profesor titular de Humanidades en la Universidad. Sus libros están prohibidos en China pero no tiene miedo de relacionar a Xi Jinping con una dictadura de modelo leninista. Con La gran hambruna en la China de Mao logró en 2011 el premio de ensayo Samuel Johnson. Ahora ha escrito How to be a Dictator: The Cult of Personality in the Twentieth Century, donde profundiza en el culto a la personalidad de Mussolini, Hitler, Stalin, Mao, Kim-II-Sung, Ceaucescu, el haitiano Duvaliery el etíope Mengistu. Todos ellos guardan elementos en común, no solo sanguinarios, que Dikötter analiza sin olvidarse de las pequeñas diferencias que los distinguen.

Uno de los vínculos une a los dictadores del siglo XX es la impredecibilidad. Por ejemplo, en 1940 Mao prometió «un sistema multipartidista, libertades democráticas y protección de la propiedad privada». Dos años después, invirtió esta política con la tristemente famosa Campaña de Rectificación, que acabó con el derecho de propiedad particular, incluido el pensamiento independiente. Nadie en Cuba pensaba que Fidel Castro, el cabecilla de los barbudos, que se declaraba demócrata y defensor de las libertades, iba a terminar en brazos del comunismo. Al final como cualquier dictador acabó dando luz verde a un culto ilimitado de la personalidad consagrada al partido único, y a la falta de empatía combinada con crueldad.

En lo que Dikötter se niega a profundizar es en el trauma familiar que supuestamente fabrica dictadores desde la infancia. Muchos seres humanos, escribe el historiador holandés, han tenido padres terribles y no todos se convirtieron en Hitler. Dikötter aclara igualmente por qué todos los dictadores de su libro son hombres. Las mujeres podrían llegar a serlo, simplemente es que no han tenido la oportunidad, y Eva Perón, pese a los esfuerzos del peronismo, no pasa el corte. Aquí también padecen marginación.