Valentía y responsabilidad a partes iguales. Eso es lo que debe tener cualquiera que, en estas circunstancias dramáticas, desee poner su mano en la rueda de la historia presente de España. Valentía porque nada es seguro en este momento. Responsabilidad porque nuestra ciudadanía no merece tragarse una oferta política que ha dado muestras de una profunda incompetencia. Hoy ya vemos adónde nos ha conducido una política basada en el cálculo y la táctica. No tenemos esperanzas de que las fuerzas que han producido una degradación sin precedentes de la vida pública tengan la mínima posibilidad de reconducirla a los niveles de dignidad que merece una ciudadanía consciente. Sin embargo, nuestros y nuestras compatriotas no merecen perderse otra vez en el callejón sin salida de la decepción. Hay que responder a la exigencia de futuro de toda sociedad. Y esa es la tarea de Más País.

Pero no solo valentía y responsabilidad. Estas dos cosas no pueden existir sin otra de la que nuestro sistema carece. Este clima depresivo, hastiado, no es producto del azar. Obedece a una comprensión errónea y nefasta de la política. Esta idea, en sí misma corrupta, que domina en los líderes de nuestro sistema político, sólo conoce un valor absoluto. Lo dijo Adriana Lastra con todas sus letras. El bien del partido es el bien del país. Para ellos, más país es igual a más partido. Esa identificación impone la búsqueda incondicional de la captura de votos y la ventaja partidista. Orientarse por esta pesca incondicional del voto ha llevado a caer en todas las contradicciones, renuncias, giros y regates. Para dar sensación de estabilidad, en medio de tantos bandazos, estos partidos tienen que levantar pedestales para líderes que a su vez reclaman plena libertad y obediencia incondicionada. Con ellos, la oferta política se adentra en un pantano de arenas movedizas que genera sencillamente el caos en la mente de la ciudadanía, incapaz de identificar una oferta clara. Se necesita una fuerza política que cambie esa lógica. Y eso implica principios claros, de firme asiento democrático y normativo.

Esos principios se pueden graduar, pero no cambiar. No se trata sólo de los valores materiales de la vida democrática, de la protección de los bienes básicos de la libertad integral, de la igualdad social, de los derechos reconocidos. Más País debe invitar a las gentes demócratas de España a reunirse alrededor de vínculos ideales, más importantes que los pragmáticos del poder y el rédito electoral. Solo sobre esos vínculos se podrá generar el bien político fundamental: la confianza en la representación política. Más País debe buscarla en la concreción de los lugares sociales, en la cercanía de los lazos locales, en las relaciones horizontales entre gentes probadas. No puede aspirar a pedir la confianza por haber ganado espacios centrales de poder. Puede hacerlo solo desde la actuación social de sus militantes a la vista de todos. No desde el aluvión que forjan las expectativas de botín electoral, sino desde la entrega militante probada en la defensa firme de intereses y bienes públicos.

Necesitamos una fuerza política que reconozca lo positivo de la realidad española, sin ilusiones ni dogmas, sin hipercríticas ni adanismos. Nada se construye sobre la negación ni sobre la afirmación absoluta. Necesitamos generar desde abajo una nueva elite que asuma la realidad como punto de partida, no de llegada; una fuerza que introduzca en los españoles una vacuna para no sentirse satisfechos demasiado pronto. Esa no puede ser una pasión política. Una fuerza dispuesta a ceder pero no sin contrapartidas; dispuesta a construir, pero no sin incorporar nuevas voces al edificio; dispuesta a graduar la defensa de sus ideales, pero sin entregarlos en un estúpido juego de todo o nada. Dispuesta a asumir la posición minoritaria sin importarle el corto plazo, pero también a forjar un archivo de experiencia y de conocimiento para defender mejor a los que en su esperanza y su exigencia, su debilidad y su urgencia, no pueden ser atendidos por superestructuras políticas hipotecadas, conectadas con los centros de poder social.

Una fuerza política capaz de asociar territorios, pero forjando una idea de España capaz de disputarle el monopolio a quienes se benefician de encarnarla; una fuerza capaz de fortalecer con tacto y reconocimiento la sociedad civil pacífica y plural que ya somos.

Más País ha venido para todo eso y ha de ser la fuerza al servicio exclusivo de la mejora de la calidad de nuestra vida democrática.