La resignación no es una opción. Esta contundente frase se la escuché a una ponente en el II Congreso Retina Murcia, al que asistí hace unos días. Fue el lema que se le ocurrió para lanzar una campaña poco tiempo después de que le diagnosticaran una enfermedad degenerativa e incurable a su hijo. Los propios médicos les dijeron que no había nada que hacer, pero ellos, tras el mazazo inicial, pensaron que, si no había nada que hacer, quizá había llegado el momento de hacer algo.

La resignación no es una opción. El lema no se va de mi cabeza desde hace un par de semanas y, además, es claramente aplicable a todos los ámbitos y situaciones de la vida.

La resignación no es una opción en el Mar Menor. Parece imposible creer que la laguna se recupere tras contemplar la muerte de miles y miles de peces, agonizando y buscando desesperadamente un oxígeno que no tenían. Parece imposible que después de hasta cuatro décadas advirtiendo de que esto podía pasar y en las que nadie ha hecho absolutamente nada por remediarlo, ahora, de repente, nos vamos a poner todos de acuerdo y manos a la obra para evitar lo que parece inevitable. Además, salvo algunas excepciones, nuestros políticos se siguen metiendo en el fango y discutiendo sobre quién es más culpable que el otro, mientras la víctima, moribunda, se ahoga. Parece imposible evitar el bajonazo turístico en la Región, que ya empieza a apreciarse con las primeras cancelaciones de reservas en los hoteles, cuando nuestro paraíso natural marino se transforma en un infierno. Parece imposible que nos vuelva a apetecer darnos un baño en el Mar Menor, en el que nos hicimos mayores, el próximo verano, el siguiente o el siguiente€

Parece que no hay nada que hacer, pero como decía la doctora en el II Congreso Retina Murcia, la resignación no es una opción. Y, por ello, tal vez haya llegado el momento de hacer algo, pero de verdad, algo que no quede en un impulso pasajero, en una propuesta irrealizable y forzada por los acontecimientos ni en una falsa promesa arraigada, únicamente, en la inminente cita electoral, sí, otra vez. Hasta mi hija de siete años no salía de su asombro cuando le dije que en unos días tendríamos que ir otra vez a votar.

Que la muerte ha llegado al Mar Menor es innegable. Los camiones transportando los cadáveres de mariscos y peces por toneladas lo demuestran. Hemos visto vídeos y fotos escandalizadoras y muy pero que muy alarmantes. Daban ganas de llorar. Imágenes que han empachado a los más agoreros y desnutrido por completo a quienes creían que la laguna se iba recuperando de lamentables episodios anteriores.

¿Buscar culpables? Todos, sí, todos. Por eso, dejemos de perder el tiempo en pedir cabezas y hagamos lo que esté en nuestra mano para salvar a nuestro Mar Menor. La marea humana que recorrió ayer las calles de Murcia es sólo un primer paso, al que nuestro presidente regional no quiso sumarse, al no recibir a los convocantes y delegar en uno de sus consejeros.

Como tampoco dio ayer la cara ni explicaciones en el pleno monográfico de la Asamblea Regional, en el que todos se limitaron a echar balones fuera, cuanto más lejos mejor.

La resignación no es una opción, pero la solución, la obtención de resultados, la mejoría exigen implicación y compromiso. No vale borrarse y dejarles el marrón a otros ni esperar sentados a que los titulares de prensa, radio y televisión anuncien la resurrección de nuestra laguna estrella con la misma dedicación y contundencia con que han exhibido su agonía a lo largo de esta semana.

La curación de múltiples enfermedades era hasta hace bien poco una auténtica quimera, pero la irrupción de las nuevas tecnologías en los laboratorios de científicos y médicos, así como la implicación y participación de los pacientes en los ensayos y procesos de investigación han propiciado que surjan los primeros tratamientos para patologías que antes condenaban a quienes las padecían a un diagnóstico descorazonador. Y, en un futuro, cada vez menos lejano, se vislumbran nuevas terapias que, hoy por hoy, se considerarían verdderos milagros.

Nuestro Mar Menor degenera y se antoja casi imposible su recuperación. Ahora, nos toca elegir. Podemos resignarnos o empezar a hacer algo. El próximo miércoles 30 de octubre hay una manifestación en Cartagena para socorrer a la laguna enferma. Sale a las seis de la tarde de la plaza de España. Yo no me resigno, yo voy.