No, no voy a hablar de cosas feas ni decir palabrotas, a pesar de las ganas que me dan de hacerlo. No pienso decir por escrito lo que pienso sobre los que no acatan una resolución judicial cuando le es desfavorable, y menos los métodos de crítica y oposición a la misma. Lo único que voy a hacer respecto a todas estas noticias judiciales de los últimos días, sobre la sentencia del procés, es felicitar una vez más a los periodistas, que han sido capaces de enterarse de una sentencia tan importante como la del independentismo catalán antes de que las partes personadas en el procedimiento y, por supuesto, antes que la sociedad civil y militar de este país.

Llevo cuarenta años en esto, y aún me sorprenden estas filtraciones, y no sé cómo se hace. De los magistrados y funcionarios encargados de pasar al ordenador la sentencia quiero pensar que no sale. ¿Entonces?

Descartando la existencia de micrófonos, ¿tanto poder tienen los medios de comunicación que son capaces de embelesar a la gente, para la filtración de turno? Pues no es la primera ni la millonésima ni será la última, seguro. Lo único que se me ocurre es que la persona que se chiva lo sabe porque es familiar o amigo de alguno de los que están enterados por su participación más o menos directa en la decisión.

O sea, que lo mejor es que si quieres que algo no se sepa, no lo comentes ni con el cura de tu parroquia. Ahora bien, de ahí, a que la filtración sea un delito, hay un trecho tan largo como entre Abascal e Iglesias. Mi enhorabuena, por tanto, a los medios de comunicación y mi enhoramala para el Supremo, pues a pesar de los esfuerzos del bueno de Marchena, en el día de la Hispanidad, diciendo que hasta el rabo todo es toro, es decir, hasta que el último de los magistrados y de la magistrada, firmen la sentencia, todo puede pasar (cosa que es tan cierta como la falta de medios de la Justicia), la indignación se le notó.

Cosa que ha estado muy fea. Pero no es la única, porque como los jueces debemos ser igual que la mujer del César, no paran de hacer preguntas a la Comisión de Ética del Consejo General del Poder Judicial. La primera de ellas versaba sobre si consideraba procedente una visita de cortesía a los vocales, por parte de los candidatos a cargos discrecionales cuando quieres que te nombren para un cargo discrecional. La respuesta ha sido negativa, pues para eso está una comparecencia pública ante los mismos, con la posibilidad de ver esa entrevista todo el mundo, a través del Portal del Consejo.

Tanto la visita como la llamada telefónica debe ser evitada, por una mera cuestión de dignidad de la función jurisdiccional. Mi duda, y si la llamada a través de una persona física, de una institución o asociación, aunque sea judicial, es o no ética. La segunda pregunta era sobre la aceptación de condecoraciones provenientes del poder ejecutivo. La Comisión dictaminó en el sentido de no encontrar ningún problema para su aceptación, siempre que sea en atención al reconocimiento de sus méritos, conocimientos jurídicos, pericia profesional, o dedicación y esfuerzo, por parte de la persona condecorada. Siempre que, a ese juez, no le corresponda fiscalizar la actividad del órgano que le premia, e incluso no se debe aceptar si esa condecoración carece de motivación suficiente (demasiado subjetivo, parea ser controlado, creo). La tercera pregunta era académica, sobre la participación en un procedimiento judicial, como letrado o como asesor de una de las partes del director del departamento, entre cuyo profesorado se integra el juez encargado de tramitar esa causa, o bien la eventual designación por el juez del director del departamento como administrador concursal.

La contestación de la Comisión de Ética ha sido que no solo debe evitarse cualquier conducta que pueda llevar a pensar a alguna de las partes intervinientes en el proceso que exista un trato de favor para alguno de ellas, sino también que debe evitarse cualquier tipo de comentario fuera del mismo procedimiento judicial.