Cuánta razón tiene el refrán español que dice «a perro flaco todos son pulgas». Cuando parece que la economía de los países europeos está entrando en una desaceleración, a consecuencia de que los Estados no han usado los bajísimos tipos de interés existentes en el mercado durante años para realizar reformas estructurales necesarias, sino para endeudarse mucho más reduciendo al mínimo su margen de maniobra financiera, y cuando el Brexit continúa con su inagotable e indefinible amenaza, ahora aparece de nuevo el señor Trump y amenaza a la Unión Europea (UE) con imponer, a partir del 18 de octubre, un arancel de hasta el 25% sobre una lista no cerrada de productos europeos, entre ellos el aceite de oliva, el vino, los quesos y los cítricos españoles.

Este hecho me lleva primero a resolver aquí dos preguntas que me han hecho muchas personas estos últimos días: ¿qué tienen los aranceles que gustan tanto como arma arrojadiza? y ¿es bueno el proteccionismo? En mi opinión, el arancel a un producto extranjero puede funcionar solo como medida a corto plazo y finalista, cuando un producto de un país se ve amenazado por otro producto extranjero competitivo de similar calidad. Pero ese uso puntual no puede traducirse en una política proteccionista a largo plazo. La lista de perjuicios en ese caso es larga, pero la voy a simplificar a dos muy importantes: obliga a los consumidores de ese país a comprar siempre productos internos más caros, limitando su liquidez para consumir otros productos internos, y reduce el empleo competitivo de los productores internos destinado a fabricar sus productos a un coste inferior.

La constante política proteccionista del señor Trump desde que llegó al poder hace dos años y medio, y mi respuesta anterior, llevarán seguro al lector a dos nuevas preguntas: ¿es imprevisible? ¿es un insensato? Yo lo tengo claro. Sí a lo primero, no a lo segundo.

El presidente Trump es un empresario, no un político, es un negociador nato que maneja su acción política como tal. Le gusta llevar sus negociaciones al límite, 'engañar' y 'asustar' al contrincante con sus 'alocadas' actuaciones, debilitarlo y finalmente llevarlo a su terreno. Estados Unidos lleva más de tres años intentando, sin éxito, que la UE negocie la posibilidad de importar carnes hormonadas y productos transgénicos norteamericanos, y Trump ha visto en esta autorización de la Organización Mundial del Comercio (OMC) a gravar importaciones europeas como represalia por los subsidios al fabricante aeronáutico Airbus, junto con la debilidad política actual de la UE, una muy buena oportunidad para obligarles a sentarse en la mesa de negociación.

La OMC obliga a que estas sanciones se centren, en parte, en las importaciones de material de Airbus, pero Trump sabe que no puede centrarse solo en ellos, porque Airbus tiene varias plantas de producción en Estados Unidos, y perjudicaría a los estados donde están situadas que son claves en su campaña electoral, y, además, las empresas de transporte aéreo de su país no quieren que los aviones del consorcio europeo sean más caros.

Por todo ello, Trump, en una clarísima huida hacia adelante, ha girado su atención sobre las exportaciones más demandadas, especialmente la de los cuatro países que forman parte del consorcio Airbus, entre ellos posiblemente los limones murcianos, con la clara intención de hacer daño donde más duele. Él es perfectamente consciente de que la UE tiene también armas para la negociación. Sabe que tiene 'dormidas' antiguas autorizaciones de la OMC para imponer sanciones a Boeing, que nunca puso en práctica (y que serían un golpe muy duro dada la crítica situación que atraviesa Boeing por el asunto del Boeing 737 MAX), y sabe que en enero de 2020 puede haber un permiso similar de la OMC a la UE para gravar importaciones de Estados Unidos por ayudas pasadas a Boeing. El presidente Trump solo quiere poner nerviosa a la UE, generar divisiones internas, sentarla en la mesa debilitada, y obligarle a negociar, entre otras cosas, la importación de carnes hormonadas y los productos transgénicos, a cambio de retirar su amenaza.

Veo complicado el cómo reactivar una economía europea actualmente 'dopada' por un exceso de estímulos monetarios y fiscales por políticas de demanda continuadas, y veo difícil afrontar un escenario de Brexit 'duro' (aunque confío en que haya una prórroga forzada por elecciones anticipadas), pero en el caso de las amenazas del presidente Trump creo que la única receta posible es tener tranquilidad, aprender de una vez el constante y cansino juego del señor Trump, no tomar decisiones precipitadas y equivocadas, y tener fe en que los negociadores europeos obtengan el mejor resultado posible en las negociaciones con los Estados Unidos.