Quien haya visto un buitre leonado volar, por ejemplo, sobre las sierras del noroeste murciano (alas desplegadas, planeo elegante, envergadura de coloso) estará de acuerdo conmigo en que resulta injusto el sentido figurado y desagradable que el castellano otorga a la palabra buitre como aprovechado vividor de las desgracias o los bienes ajenos.

El buitre leonado, y otras rapaces necrófagas, no solo constituyen bichos de una presencia imponente sino que además son los verdaderos sanitarios de la naturaleza, limpiándola de cadáveres y manteniendo los equilibrios.

Por eso es particularmente interesante que, tras años esperándolo, la Comunidad Autónoma haya publicado recientemente un decreto que permite que bajo determinadas condiciones los ganaderos puedan abandonar al aire libre algunas de las reses que mueren en sus explotaciones para que de esta forma puedan alimentarse los buitres y otras aves necrófagas. Desde 2009 la Unión Europea permite esta práctica ancestral, que anteriormente había sido completamente abandonada por razones ganaderas y sanitarias e incluso prohibida expresamente a partir de 2002 debido a la alerta generada por la conocida como enfermedad de las vacas locas.

Sin duda esta es una buena noticia que no sólo beneficia a los buitres y a la conservación de la biodiversidad, sino también a los ganaderos.

La recuperación de las poblaciones de buitre leonado, extinguidas en Murcia como especie reproductora a finales de los años 70 del pasado siglo, fue principalmente el producto de los empeños, casi de la cabezonería, de un grupo naturalista de Caravaca y Moratalla, Caralluma, que comenzó a organizarse por aquella época, sin duda sanamente contaminados por la ilusión y el impulso que para muchos jóvenes de entonces supusieron los programas televisivos y la figura irrepetible de Félix Rodríguez de la Fuente. Con recursos prácticamente nulos y con mucha terquedad, la naciente Caralluma estudió los buitres, montó algo más tarde y mantuvo en el tiempo (enorme mérito) un comedero para estas aves necrófagas, y consiguió pasados los años que el buitre leonado sea un reproductor estable bien representado en nuestra vecindad. Si ustedes levantan la cabeza por cualquier punto de nuestra región y ven buitres, que sepan que seguramente serán jóvenes en dispersión o poblaciones flotantes procedentes principalmente de las áreas buitreras del Noroeste.

El caso es que la conservación de estas grandes y alucinantes rapaces es una responsabilidad ineludible de todos. Máxime en una región como la nuestra que fue 'buitrera' hasta los años setenta y en la que a base de barbaridades exterminamos a todos los buitres hasta que partiendo del impulso inicial de Caralluma, luego completado con otras acciones de la administración del medio natural, las poblaciones se recuperaron muy eficazmente hasta las más de doscientas parejas reproductoras en la actualidad.

Me encantaría que la historia, de momento feliz, del buitre leonado en la Región de Murcia, se amplificara al gran rey de los carroñeros, el quebrantahuesos, desaparecido hace mucho tiempo de nuestras tierras pero que ya nos visita ocasionalmente desde sus nuevas áreas de cría andaluzas.