Cuando utilizamos el término pobreza pensamos enseguida en la escasez de dinero. Pero esta palabra ya no hace referencia únicamente a la cantidad de recursos económicos de los que dispone una persona. Hay otras formas, y una de ellas afecta de manera exclusiva a las mujeres. Se trata de la pobreza menstrual, la incapacidad económica de muchas mujeres en el mundo para utilizar productos adecuados y en la cantidad necesaria para cubrir sus reglas mensuales.

Se calcula que en el planeta unos ochenta millones de mujeres menstruan diariamente y muchas de ellas no tienen acceso a productos o instalaciones adecuadas cuando tienen la regla. Esto, además de acarrearles problemas de higiene y salud, provoca absentismo escolar. Muchas niñas en África, Asia y América latina dejan de asistir al colegio cuando tienen la menstruación. En países como Ghana, la falta de baños adecuados en las escuelas y el precio elevado de las compresas desechables provocan que muchas niñas no asistan a clase. Un estudio de la Universidad de Duke calcula que las niñas en Kenia pierden una media de tres días de clase por tener la regla.

A la cantidad de mitos asociados a la regla, que contribuyen a que en muchos países se estigmatice a las mujeres, hay que añadir los problemas económicos para acceder a compresas y tampones.

Pero contrariamente a los que pudiéramos creer, el problema no es exclusivo de los países en vías de desarrollo.

En el Reino Unido la joven Amika George inició la campaña FreePeriods para que las autoridades financiaran tampones y compresas para las jóvenes que sufrían la pobreza menstrual en su país. Según algunos datos solo en Reino Unido hay casi un 10% de mujeres entre los 14 y los 21 años que no pueden permitirse productos sanitarios durante la regla. En 2016 la película de Ken Loach Yo, Daniel Blake se reflejaba este problema. En una de sus escenas una joven se llevaba sin pagar de un supermercado productos de higiene personal.

La campaña iniciada por Amika George consiguió que el gobierno de Reino Unido se comprometiera a suministrar de manera gratuita productos sanitarios a los institutos del país.

Teniendo en cuenta este problema, el año pasado el Gobierno de Escocia adoptó una medida pionera en Europa: suministrar gratis compresas y tampones a unas 400.000 niñas y adolescentes que sufren pobreza menstrual.

Aunque no hay datos ni estadísticas que reflejen la situación real en nuestro país, cada vez son más las asociaciones asistenciales que señalan la existencia de esta forma de pobreza en nuestra sociedad. Estas ONGs suelen incluir productos de higiene femenina en los lotes de asistencia a las familias.

En España casi no se habla de pobreza menstrual, pero en los últimos años se alzaron algunas voces para denunciar el elevado coste de los productos de higiene femenina. El Gobierno propuso la reducción del IVA de estos productos de un 10% a un 4%. Este porcentaje es el que tienen los productos de primera necesidad. Compresas, tampones y pañales no tenían esa categoría hasta ahora. La rebaja del IVA se consiguió cuando un grupo de mujeres españolas realizó un pedido colectivo de tampones y compresas a Canadá, país que tiene exento de impuestos estos productos.

La menstruación, a día de hoy, sigue siendo un tabú para muchas mujeres y en muchas partes del mundo los mitos en torno a ella condicionan su modo de vida. También en nuestras sociedades industrializadas.

La demanda de medidas que garanticen que todas las mujeres y niñas puedan menstruar con dignidad en todo el mundo es cada vez mayor.

Pero esta iniciativa no debe ser la única, si bien es un primer paso. También es urgente y necesario derribar los mitos y tabúes que rodean a la menstruación y otros periodos del ciclo reproductivo que afectan a la vida de las mujeres. Para ello es fundamental mejorar radicalmente la educación que se imparte a niños y niñas sobre este tema.

Porque solo derribando barreras podremos conseguir una sociedad realmente igualitaria.