l movimiento feminista fue, a finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, recuperando para las mujeres los espacios culturales que se les había negado durante siglos. Éstas entraron en los salones a hablar de la subida de impuestos o la Seguridad Social. Los académicos más escépticos observaron con asombro cómo sus hijas podían devorar libros y periódicos a mucha más velocidad que ellos mismos. Es lo que ocurre cuando te han sido negados durante tantas generaciones. En medio de toda aquella vorágine de cambios, logros y luchas, cada vez parecía más lógico que las mujeres empezaran a convertirse, también, en punto central de estos productos culturales.

Entramos en el siglo XXI con cierto compromiso de las instituciones, gobiernos, organizaciones internacionales y hasta empresas por la igualdad de género. De esta forma, distintos objetivos marcados por las feministas décadas atrás se empezaron a convertirse en realidad. Esto llevo a un cierto espejismo de 'trabajo conseguido' y, unido al mayor número de mujeres que formaban parte de ciertos puestos de poder, se empezó a cuestionar si el feminismo seguía haciendo falso. Porque las mujeres habíamos llegado a ese lugar en la historia en la que podíamos elegir libremente cómo configurar nuestro futuro.

Y esto se empezó a reflejar en los productos culturales a los que tanto había costado acceder. Empezaron a proliferar relatos literarios o audiovisuales sobre mujeres blancas, normalmente de 20 a 30 años, trabajadoras y solteras que narran sus experiencias cotidianas con la amistad, amor o trabajo. Series como Sexo en Nueva York o Girls, y películas como El Diario de Bridget Jones, libros de Marian Keyes, resumen una idea principal: tienes libertad para ser lo que quieras ser y tú eres la responsable final de que suceda.

Esta idea puede ser considerada por muchos como un mensaje feminista, ¿cómo no va a serlo proclamar la libertad de elección de las mujeres? La teórica Rosalind Gill prefiere hablar discursos post-feministas para referirse a estas representaciones culturales sobre mujeres que cumplen ciertas características comunes. El cuerpo tiene una gran importancia, incluso cuando no corresponde a cánones estéticos mayoritarios. La mujer entra en una 'cultura de la sexualización' en la cual pasa de ser objeto pasivo para convertirse en un sujeto con decisión, aunque todas sus acciones tienden a buscar siempre el placer del hombre. Se le da mucha importancia al empoderamiento, es decir, a la idea de construirse a su misma y conseguir logros sin tener en cuenta el contexto social que la rodea. Los cuidados estéticos se vuelven punto central del cuidado de la mujer no sólo como forma de 'verse mejor', pero centrados también en que la mujer pueda mejorar su vida a partir de ellos. Se rescata la importancia a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres sin buscar cómo los comportamientos se pueden ver influidas a nivel social, 'ellos son de Marte, ellas son de Venus'.

Al final, todas estas características que se muestran en estos productos culturales, se basan en una individualización extrema y en una idea de falsa igualdad práctica. Si empoderarse significa construirte a ti misma, y, para ello, la ropa o el maquillaje que uses te va a ayudar a lograrlo, ¿dónde dejamos el contexto social? Si establecemos que la responsabilidad última y final para llegar 'lo más lejos que quieras' es de la mujer, y repetimos esta idea a base de películas y series de mujeres triunfadoras, ¿cómo podemos ayudar a identificar a nuevas generaciones cuáles son las discriminaciones contra las que tienen de luchar?

El post-feminismo es un discurso simple y contradictorio, que recoge ciertas pinceladas feministas (la valía de la mujer, la libertad sexual, la importancia del desarrollo propio) pero nunca se pregunta en qué contexto social nos encontramos. Tampoco se pregunta por qué responsabilidad tienen los hombres en la construcción de la igualdad, ni cuestiona directamente las bases de nuestra sociedad y economía, algo que el movimiento feminista lleva haciendo años. Nos muestra un feminismo 'fácil' de poner en camisetas aunque estas hayan sido cosidas en Bangladesh por menores que deberían estar en la escuela.

Es verdad que los discursos post-feministas se encuentran sobre todo en productos de ficción, películas, libros, series, etc., pero el mensaje que trasmiten cala e influencia a los receptores. 'Si quieres, puedes', 'nunca ha sido más fácil para la mujer', 'mejórate por fuera y te verás mejor por dentro'. Sin embargo, como audiencia, tenemos que ser críticos al respecto, mostrarnos cautelosos y preguntarnos en qué momento el mensaje que recibimos se corresponde a una visión algo reduccionista de la discriminación por género.

Es normal que la idea de que 'la mujer conseguirá la igualdad por ella misma' cale rápido en nuestra sociedad, es algo que llevan haciendo generaciones de feministas desde hace años. Sin embargo, no debemos quedarnos en este discurso tan simplista, y tenemos que exigir a nuestro sistema social, sus instituciones, y a los hombres que nos rodean, que también formen parte activa de este cambio. Que se revolucione lo que haya que revolucionar. Que logremos, de verdad, esa libertad que tanto se proclama.