Cuando estas líneas vean la luz se habrán celebrado en todo el mundo acciones contra el cambio climático, situación límite que voces expertas comienzan a calificar ya como emergencia climática. A las manifestaciones y huelgas juveniles que tuvieron lugar el pasado viernes, siguiendo la estela de la acción emprendida en solitario por la adolescente sueca Greta Thunberg en agosto de 2018, siguieron el foro juvenil por el clima en la ONU del pasado lunes y el encuentro de mandatarios mundiales. Y el próximo viernes, día 27, la ciudadanía mundial está convocada para emprender acciones de protesta con el mismo fin.

Ya nadie duda de que en la época en que vivimos, el Antropoceno, la acción humana sobre el planeta es directamente responsable de los cambios que está experimentando el mismo. Cuando, para caracterizar esos cambios, se habla de cambio climático, inmediatamente nos viene a la mente la imagen de calor, desertificación y sequías prolongadas. Pero la crisis climática es mucho más: huracanes destructivos, incendios forestales sin control, deshielo de los glaciares, lluvias torrenciales las más de las veces acompañadas de tormentas con mucha carga eléctrica, etc. Por desgracia, de esto último empezamos a saber bastante en el Sureste español. Y la cosa puede ir a peor.

Un estudio reciente del Observatorio de la Sostenibilidad establece que el Levante español, en torno al 2050, será unas de las regiones con un aumento espectacular de las precipitaciones intensas en el litoral. Las causas que provocan ese fenómeno han venido siendo explicadas didácticamente por las informaciones meteorológicas: el agua caliente del Mediterráneo lo está cada vez más (en el reciente episodio de la DANA, en el Mediterráneo occidental la temperatura se situaba sobre los 27-28ºC). La elevada evaporación y la entrada de aire frío en altura interactúan con un mar muy caldeado, lo que provoca las tormentas virulentas que, por desgracia, hemos soportado.

Voces expertas nos alertan de que nadie está preparado para soportar una tromba de agua capaz de descargar más de cuatrocientos litros/m2 en pocas horas. Sin embargo, esas mismas voces no dudan en achacar al factor humano gran parte de la responsabilidad de esas catástrofes.

En lo que toca a nuestra Región y a la Vega Baja, hubo une evidente falta de previsión de la Confederación Hidrográfica del Segura, al no realizar una limpieza exhaustiva de cauces de ríos y ramblas. Una fotografía aérea del 112 difundida por las redes sociales mostraba el cauce del río Segura taponado por cañas antes de su entrada a Murcia, lo que sin duda contribuyó a su desbordamiento en las zonas de huerta adyacentes, como las imágenes mostraban nítidamente.

En la supresión de meandros y el nuevo encauzamiento del Segura (un canal en realidad), realizado a partir del Plan de Defensa contra Avenidas de 1987 para acelerar la salida del agua hacia el Mediterráneo, no se tuvo en cuenta la tendencia natural del río a ocupar su espacio, cuando se producen crecidas extraordinarias como las que hemos conocido. Además, ese encauzamiento, en muchos puntos, está más elevado que las poblaciones circundantes, por lo que, cuando el río se desborda, el agua no puede regresar a su cauce.

La ocupación humana del territorio se ha producido obviando estas consideraciones. La Ley del Suelo de Aznar, al considerar urbanizable todo espacio que no estuviera especialmente protegido, es responsable en gran parte de la tragedia del Sureste español. Jorge Olcina, catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante, denuncia en un artículo reciente esa ocupación, durante décadas, de esas zonas inundables de la Región, como San Javier y Los Alcázares, en un contexto de inhibición y falta de diligencia (yo añadiría algo más) de las distintas administraciones. Según Olcina, en 2019 hay más territorio fluvial del Segura ocupado indebidamente que en 1987, pues se han urbanizado muchos espacios de antigua huerta y las ciudades se han extendido por lugares inundables.

Opina que si el ser humano hubiera respetado los espacios de los ríos, barrancos o ramblas (el caso de Los Alcázares es paradigmático en este sentido) inicialmente un episodio como el que hemos vivido en Murcia y Alicante no hubiera pasado de ser un proceso natural, propio de nuestras condiciones climáticas, recordando, sin embargo, que las inundaciones habidas en 1946, 1948, 1973 y 1978 fueron incluso más destacadas que esta última por sus efectos económicos y pérdida de vidas humanas.

Llegados a este punto, ahora que las aguas bajan más calmadas, ahora que el Segura 'duerme', es tiempo de arbitrar soluciones.

El profesor Olcina aporta, entre otras, las siguientes:

1. Repensar el encauzamiento del Segura, especialmente en Orihuela y Rojales.

2. Construir en las ciudades colectores de gran capacidad, depósitos para aguas pluviales y parques inundables.

3. Preparar los territorios para la nueva realidad climática y educar a la población para situaciones de riesgo y emergencia.

4. Elaborar buenos mapas de inundación a la escala apropiada.

5. Contratar en los Ayuntamientos a profesionales preparados para la gestión del riesgo.

A lo que yo añadiría otras actuaciones que podrían mostrarse eficaces a corto y medio plazo:

1. Construir más embalses de laminación de avenidas en los cauces de ramblas y ríos que vierten sus aguas al Segura.

2. Repoblación forestal en zonas desertificadas, afectadas de pérdida de suelo, con especies autóctonas, para mitigar la erosión y las consiguientes avenidas.

3. Reconsiderar el modelo de agricultura intensiva en el entorno del Mar Menor.

4. Reconsiderar, asimismo, el modelo urbanístico seguido hasta ahora, más orientado a la especulación del suelo, para llenar los bolsillos de muchos, engañando a la población, que al interés social.

5. Estudiar la posible influencia de la AP7 Cartagena-Alicante en la retención de las avenidas de las ramblas del Campo de Cartagena, y búsqueda, en su caso, de soluciones.

Ahora que el Segura duerme es tiempo de generar un debate en torno a la responsabilidad personal e institucional de la terrible tragedia en la Región y en la Vega Baja. Pero también es el momento de expresar nuestro inmenso agradecimiento a las fuerzas del orden público, Protección Civil, bomberos, personal sanitario, UME y voluntarias y voluntarios que, con su esfuerzo, han contribuido a mitigar los efectos de esa tragedia.