No se asusten. Yo no quiero matar a nadie, ni quiero que nadie mate a nadie. Ni siquiera al peor de mis enemigos, pobretico, que bastante tendrá. Y mucho menos al Rey de España, Juan Carlos I. Porque para los que pasamos ya de los cuarenta el Rey de verdad es ese. Pero vamos, que ni al Rey Rey, ni al Rey Príncipe, les deseo yo mal ninguno. Dios, si está en los cielos, les conserve la salud por muchos años. En una República, a poder ser.

Además, que reyes hay muchos. Más de una vez ha contado Joaquín Sabina que estaba Gabriel García Márquez vistiéndose de frac frente al espejo cuando asomó al dormitorio su hija y, viéndolo con semejante atuendo, preguntó: «¡De qué te disfrazas, pá!». El premio Nobel la miró con media sonrisa y se excusó: «Es que voy a ver al Rey». A lo que su hija, los ojos como platos, imagínense, exclamó: «¿¡Vas a ver a Elvis!?». Y es que estaban: Elvis Presley, el rey del rock; Los Beatles, que eran los reyes del pop; Ramoncín, el rey del pollo frito; también estaba Lorenzo Lamas, ¿se acuerdan? el rey de las camas; el rey león, la reina de Inglaterra, la reina del Mambo, el astro rey... Incluso usted, querido lector, es rey consorte en su casa, o lo fue, hasta que sus retoños le dejaron el trono de los siete reinos reducido a un sofá de Ikea.

Total, que sea lo que sea un rey, por ahí no van los tiros. Que no hay tiros, vamos. Y mira que sé que al escribir esto así, alto y claro, y a modo de presentación, reduzco dramáticamente las posibilidades de que me apliquen la ley mordaza por enaltecimiento del terrorismo, injurias a la Corona y amenazas. Con la fama y la fortuna que eso trae. Pero qué quieren que les diga, uno es de gustos sencillos, y prefiero vivir en paz, con poco y sin líos, juntando unas palabras con otras, por ejemplo, a ver si del choque sale de vez en cuando la chispa de alguna idea que pueda compartir con ustedes. Porque de eso, y no de regicidios, va a tratar esta sección.

Matar al rey es muchas cosas. Es ganar al ajedrez, es cambiar de pareja o de jefe, es una forma de matar al padre disparando al cielo, o de matar a Dios disparando al suelo. Y es, sobre todo, en la Región de Murcia, una forma de decirle a alguien que se refugie en esta tierra de nadie, que aquí puede venir cualquiera a expiar sus culpas en paz, porque no hay ley ni orden que llegue a este pequeño rincón perdido en la mandíbula de la península ibérica.

De todo eso, y de mil maravillas más, tratará esta columna. Yo les espero aquí, cada jueves. Anímense. No se mata al rey todos los días, pero nosotros vamos a matarlo todas las semanas. ¿A qué rey? Ya veremos. Y si son hombres o mujeres temerosos de Dios o del Estado, no se preocupen por nada. En Murcia, ya estamos.