El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha convertido el chantaje en su forma de gobierno y no hay día que no lo practique frente a cualquier país, ya sea enemigo o aliado, condición, esta última, que parece tenerle sin cuidado.

Trump, que parece sentir una inquina especial por Alemania, país de sus antepasados por vía paterna, lo ha demostrado una vez más al amenazar con llevarse a Polonia las instalaciones militares que tiene en aquel país si Berlín no cumple su compromiso ante la OTAN de dedicar a defensa un 2 por ciento de su PIB.

Es como si Trump hubiese decidido hacer suya la estrategia de otro presidente republicano, Richard Nixon, consistente en hacerle creer al adversario que uno no va de farol sino que sería capaz de cualquier locura para conseguir su objetivo.

Es lo que ha hecho, hasta ahora sin demasiado éxito por cierto, con el dictador norcoreano Kim Jong Un, a quien amenaza un día con reducir su país a cenizas para elogiarle y tratarle de 'amigo' al siguiente, o con el régimen de los ayatolas iraníes.

Esos dos gobiernos del que Washington llama «el eje del mal» parecen no creerse ya sus bravatas, aunque sean sus pueblos quienes más sufran la asfixia económica a los que los tiene sometidos la superpotencia, porque dudan de que vaya a cumplir sus amenazas..

Corea del Norte sigue probando sus misiles como si nada e Irán no se deja tampoco intimidar por el hecho de que Trump envíe portaaviones y destructores a aguas del Golfo.

En el caso de Alemania, la amenaza de llevarse a las tropas a otra parte y abandonar al país aliado a su suerte salió esta vez del embajador de EE UU en Berlín, un millonario al que hace tiempo que habría que haber declarado persona non grata por sus continuas e intolerables injerencias en la política interna alemana y, más en general, la europea.

Estados Unidos actúa como si las tropas que tiene desplegadas en diversos países del Viejo Continente, España incluida, estuviesen dedicadas exclusivamente y de modo totalmente altruista a defender a los europeos frente a la amenaza rusa.

Pero no es así: en el caso de Alemania, por ejemplo, la base aérea que tiene EE UU en Ramstein se utiliza para sus operaciones militares en Oriente Medio, en Irak o en Afganistán, entre otros lugares donde la superpotencia tiene intereses estratégicos.

Está también el hospital militar de Landstuhl, el mayor centro médico que tiene EE UU fuera de su territorio, donde han recibido hasta ahora tratamiento más de 200.000 heridos de guerra. Por no citar otros centros de mando estratégico como los de Stuttgart y Wiesbaden.

Los alemanes saben que llevarse todo eso a Polonia, es decir todavía más cerca de la frontera rusa, sería tremendamente complejo y costoso para la superpotencia, además de crear nuevas e innecesarias tensiones con el Kremlin.

Lo único que está consiguiendo Donald Trump con sus bravuconadas e intentos de chantaje es convencer a los gobiernos europeos de que ya no pueden fiarse de EE UU y deberían por ello no sólo ocuparse de su propia defensa.

Para ello deberían no sólo integrar mejor que hasta ahora sus fuerzas armadas y coordinar su producción armamentista, sino, lo que es todavía, más importante, rebajar las tensiones con la vecina Rusia con medidas generadoras de confianza como, en plena Guerra Fría, hizo la Alemania de Willy Brandt con su famosa Ostpolitik.