La propaganda tiene los pies ligeros y las ideas cortas. Y no me refiero con lo de los pies a tener que salir corriendo el día del orgullo para evitar que te agredan los pacifistas del kolectivo lgtbi que, pertrechados con camisetas del Che, un homófobo de libro, lanzaban lo que tenían a mano a los militantes de Ciudadanos mientras les insultaban. Me refiero a la ligereza con la que Cs, con la aquiescencia de López Miras, coloca un guiño a ese kolectivo en el título de una de las consejerías del Gobierno regional.

Vayamos por partes: si ese rótulo va referido a las personas de diferentes orientaciones sexuales alternativas a la heterosexualidad mayoritaria, si su denotación es proteger a estas personas de las agresiones y humillaciones que pudieran sufrir por parte de individuos maleducados, homófobos (como el Che, como Fidel y otros líderes comunistas que encarcelaban a los homosexuales o los llevaban a campos de trabajo para revertir su 'decadente moral capitalista') nada habría que objetar. Porque una cosa es elemental: todas las personas merecen, a priori, respeto por el mero hecho de serlo, con independencia de su orientación sexual. Y así lo recoge la Constitución: si el objetivo fuese garantizar esos derechos a todos bastaría aplicarla, cumplirla y hacerla cumplir.

Ahora bien, si la inclusión de esas siglas es un guiño a unas asociaciones que se caracterizan por su militancia activa (o por su querencia) en partidos que se autodenominan de izquierdas, asociaciones convertidas en arietes de la propaganda sectaria de estos partidos; si es una concesión a unos grupos que pretenden adoctrinar a nuestros hijos en las escuelas e institutos, regados por dinero público en forma de subvenciones; si es un reconocimiento a una ideología delirante y contradictoria que presenta la homosexualidad como una bazofia antiestética, arrogante y agresiva contra toda persona que no piense y sienta como ellos, ideología sectaria que se exhibe en el día del orgullo insultando y agrediendo a todo lo que les huela a 'facha' (aunque estén en ese engendro para apoyarles, como Cs); entonces, la inclusión de esas siglas vulneraría los acuerdos alcanzados con Vox por parte de PP y CS.

Porque ese acuerdo vinculante establece el fin de las subvenciones a chiringuitos ideológicos (sea cual fuere su ideología) y defiende el derecho de los padres, reconocido en el ordenamiento jurídico, a decidir sobre aspectos morales en la educación de sus hijos. Decidir: no prohibir ni imponer, es lo que pide Vox. Ni siquiera nos oponemos a la existencia de estas charlas, sólo pedimos que los padres puedan preferir que sus hijos asistan o no, así como deciden si sus hijos van o no a las clases de religión y moral católica o van o no van a una excursión.

De modo que este burdo intento de Cs y del PP por parecer centraditos a base de dar pábulo a un proyecto ideológico sin base racional y liberticida es ejemplo de lo cortas que son las ideas de los responsables y de cómo la imposición de los kolectivos de la autodenominada izquierda (roja, fucsia o multicolor) se abre paso por la estupidez de quienes deberían defender la libertad de los padres para elegir la orientación moral que reciben sus hijos en el colegio.

Desde Vox debemos reiterar nuestro respeto por cualquier doctrina moral, siempre que no desborde o se enfrente al ordenamiento jurídico, al tiempo que manifestar que quien quiera imponer la suya propia como obligatoria, nos va a tener enfrente.

Y, por supuesto, que exigiremos el cumplimiento de lo pactado.

Así que el error de Cs, y del PP, es doble: se equivocan si creen que pueden incumplir lo pactado con Vox y se equivocan, más trágicamente aún, si, cumpliendo lo pactado, creen que esos kolectivos liberticidas, se van a dar por satisfechos con un rotulito en la cabecera de los papeles que emita esa consejería.