Cómo cargarse la excelencia empresarial de esta región. Muy sencillo: gratificando a los amiguetes desde la Administración pública, aunque esto conlleve arrasar con los buenos emprendedores conscientes de que la ganancia no es incompatible con la prestación del mejor servicio.

Ambulancias de Lorca, por ejemplo. Una cooperativa con una trayectoria de treinta años, que es querida y admirada por todos los usuarios. Dispone de un extraordinario récord: jamás ha recibido una queja, y mira que es difícil en un trabajo consistente en transportar, en situaciones apuradas, a una media de 15.000 personas al mes.

Una empresa que reinvierte sus beneficios, hasta el último euro; que es reconocida, más allá de la Región de Murcia, como ejemplo en innovación tecnológica y en formación, no sólo de sus trabajadores, sino de sus potenciales usuarios a través de programas divulgativos de salud y primeros auxilios; que dispone de una central de control de emergencias inmejorable; que ha asumido iniciativas sociales emocionantes, como la recogida y cuidado de mascotas de personas accidentadas o de enfermos incapacitados; o el programa 'Salvar vidas', para la formación de niños y profesores en atención a las personas enfermas, y que incluso se ha lanzado a la divulgación cultural sobre la salud pública con proyectos como «Mi vida en tus manos», certamen de cortometrajes sobre vida saludable.

Cosas que nadie les pide, pero que ellos hacen por su voluntad, por su largo compromiso con el servicio público sanitario, por vocación, pasión y entrega. Una empresa social de primera categoría, orgullo de esta Comunidad.

Pues bien, el Gobierno regional, en vez de ofrecerles la Medalla de Oro de la Región, que otros tienen con menos mérito, los envía a la ruina, sustituyéndolos por una de las empresas enmarcada en el 'murcianismo de amiguetes', ajena por completo al sector, sin infraestructura ni presupuesto, sin experiencia ni vinculación alguna al concepto salud.

Unos señores que, ante la apertura de un concurso público, del género que sea, encargan a unos técnicos la elaboración de una oferta afín al pliego, en el supuesto de que el único gasto y riesgo es lo que tales técnicos les puedan cobrar; si ganan, dispondrán de trescientos millones; si pierden, a otra cosa, mariposa. Han ganado, claro. Fue antes de las elecciones, pero el concurso quedó suspendido por prudencia; después, antes de que cualquier contingencia adversa derivada de los pactos de gobernación estropeara el negocio, se dio por válido el fallo, y esto con un sonoro voto en contra en la mesa de contratación y sin el aval de la junta consultiva. A tope.

El presidente de la Comunidad autónoma es lorquino. Más lorquino que nadie. Da pregones de Semana Santa y exhibe su lorquinismo como seña de identidad hasta el punto de que, a veces, roza la heterodoxia por parecer más lorquino que español, pecado capital que él se permite. Pero esa es la teoría. La práctica consiste en dejar caer a una de las empresas más eficientes y honborables de Lorca para ofrecer en bandeja el negocio al murcianismo de amiguetes en una jugada que tenemos que suponer que se produce gratis total, pues el PP, como se sabe, jamás ha sido sospechoso de financiarse de manera irregular.

Por supuesto, el discurso oficial consiste en que los trabajadores de Ambulancias de Lorca y del resto de empresas que verán suspendida su actividad en favor del grupo La Generala serán recolocados por la nueva concesionaria. Claro que sí. La nueva concesionaria carece de trabajadores, de vehículos, de infraestructuras y hasta de sede.

Necesitarán de esos trabajadores veteranos y perfectamente formados, aunque todos sabemos que, con el tiempo, irán siendo jubilados para ser sustituidos por trabajadores con sueldos menos excelentes que los que mantienen los empleados de larga trayectoria. Habrá que esperar unos meses, tal vez hacia final de año, hasta que la nueva empresa concesionaria pueda estar en disposición de prestar un servicio sobre el que carece de la más mínima idea, salvo en lo que se refiere a la cuota de beneficio para los accionistas.

Pero esto no es un manifiesto nostálgico sobre empresas honorables que son desbordadas por tiburones afines al poder político. No es eso. Es que el pliego del concurso sobre el servicio de ambulancias es una expresión oficial del tocomocho, y las calificaciones de los supuestos expertos resultan, no solo discutibles, sino escandalosas. Lo comprobaremos en los avances que les iremos ofreciendo desde aquí y en la comisión de investigación que el PSOE ha solicitado en la Asamblea, que seguro será apoyada por los 'regeneracionisas' de Cs. ¿O no?