La Plataforma Ciudadana Pacto por El Mar Menor, a partir de la explosión del proceso de eutrofización de la laguna en el primer semestre de 2016, tristemente conocido como 'sopa verde', pidió y exigió a las Administraciones competentes que tomaran las medidas necesarias para revertir esta situación y que se actuara preventivamente atajando en origen los vertidos de diversa procedencia causantes del desastre. Hemos llegado al verano de 2019 y estamos sometidos a un nivel de estrés, asombro e incertidumbre tan elevado como lo es la deficiente e inefectiva toma de medidas al respecto.

Desde Pacto por el Mar Menor no sólo se ha pedido y exigido el cumplimiento de las leyes de protección medioambiental vigentes sobre este ecosistema, joya natural de la Región de Murcia, de España, de Europa y del mundo, sino que se ha cooperado brindando a las autoridades competentes información sobre los impactos reincidentes, apostando por la corrección de lo mal hecho en aquellos sistemas de producción que pasan del desarrollo sostenible en esta cuenca. Se han aportado desde los ejemplos a seguir a nivel internacional para enfrentar y corregir problemas similares (proyecto Delta, en Holanda, y Blueprint en el Valle de San Joaquín, California, entre otros) hasta las medidas o actuaciones a sumir para proteger el ecosistema, y muy en particular en el caso de la agricultura, porque cabe resaltar que en Pacto hay ingenieros agrónomos, investigadores y agricultores comprometidos con soluciones reales.

Precisamente en el caso de la agronomía, creemos fundamental que la producción agraria sea sostenible. Para ello es necesario que se haga bien, como nos enseñan en nuestra profesión, respetando los recursos naturales finitos de los que depende; el suelo y el agua. La producción agraria debería seguir los postulados básicos de las ciencias agronómicas y nuestra generación debe dejar a la siguiente los suelos en mejores condiciones que como los encontró. El suelo es un actor principal sin paliativos por el que además hay competencia de usos por estos lares.

En el Campo de Cartagena el recurso natural suelo se destruye y se convierte en un vertido para el Mar Menor por la erosión hídrica y eólica, por las lluvias que no provocan riadas y por las propias riadas, por el exceso de fertilizantes en determinadas épocas del año, por la falta de buenas prácticas agrarias específicas para las explotaciones según las condiciones hidrológicas de sus suelos, por la deficiencias de diseño y funcionamiento de los sistemas de riego y drenaje, por una falta de dimensionado entre recursos disponibles y demanda, creyendo que lo que le interesa a uno y le sale casi gratis, es infinito. El suelo, sin ir más lejos, ya ni retiene ni es capaz de producir si no le inyectan fertilizantes; ha perdido su estructura. Su nivel de estrés por su uso intensivo y desnaturalizado es similar a la ciudadanía comprometida con el Mar Menor que amanece viendo el chorrito de vertido sin solución.

Hemos sobrealimentado el acuífero hasta tal punto que los afloramientos por ascenso de nivel freático muestran una dosis de nitratos disparatada. Hace unos días, sumamos una nueva ocurrencia de desalobración dentro de un campo de golf (vertido turístico) de la que se necesita Dios y ayuda para saber quién tiene la competencia. El recurso agua, tan importante para la vida en general, y para la agricultura en particular, se deteriora y pierde su calidad por la contaminación diversa, superficial y subterránea, se saliniza el acuífero, se nitrifica, se incrementa el contenido de boro y se crean vertidos con su uso y abuso que deterioran de nuevo este recurso escaso, creando una espiral de degradación medioambiental de la que forma parte el agua en circuito cerrado.

Cuatro años después, el vertido cero está lejos de ser realidad. Los vertidos al Mar Menor continúan a pesar de haberse instalado un buen número de tanques de tormentas, algunos ni terminados, o bien no tienen gestión o mantenimiento. Asimismo, de forma irregular, y utilizando las vías inimaginables, funcionan desalobradoras de varios sectores económicos vertiendo por vía superficial o subterránea.

Paralelamente seguimos el desarrollo turístico de siempre, asistiendo a la apertura de complejos hoteleros en zonas de playa impracticable, limítrofes a saladares y en ruta de ramblas con sus arrastres de Sierra Minera y campo de Cartagena, mientras los vecinos de siempre, con sus casas de siempre, su pueblo de siempre, que se han tenido que tragar la historia de siempre, lucen camisetas negras de fango. Lo grave es que los representantes de diversos partidos políticos estaban en uno de los lados. La divergencia entre realidad y ficción es interestelar.

La ciudadanía ya no es la que era, comienza a pensar por sí misma. Así que, parangonando el postulado del suelo, seguimos pensando en dejar a la generación siguiente un Mar Menor mejor del que nos encontramos hoy.