Si algo nos caracteriza como humanos, es nuestra gran capacidad de adaptación al medio. Este proceso no habría sido viable sin el conocimiento de la realidad, entendiendo este concepto como el conjunto de cosas que existen en el mundo.

Sin embargo, nuestra tarea adaptativa no ha terminado y nos deja algunos interrogantes: ¿se ha desplazado la realidad a la que debemos de adaptarnos? En ese caso, ¿dónde se halla? Un enfoque antropológico nos ayudará a tratar las cuestiones pertinentes.

En primer lugar, resulta óptimo redefinir la realidad desde la especie humana. Si así lo hacemos, daremos con una perspectiva dualista que nos muestra dos realidades: la realidad natural y la realidad cultural. La primera de ellas resulta común para todos los seres vivos y elementos del planeta. Obedece a unas leyes naturales cuyo conocimiento es posible a través de la metodología científica, aunque nos centraremos en nuestra realidad propia: la cultural.

Una simple definición resulta insuficiente, ya que la realidad cultural carece de la objetividad de la realidad natural. Las leyes culturales son variables y cambiantes dependiendo del espacio y el tiempo en el que se valoren. Por tanto, la realidad cultural se caracteriza por su multiplicidad. Pese a ello, es posible extraer un fondo común: los denominados universales culturales. Es decir, aquellos elementos presentes en la totalidad de las culturas o su gran mayoría, como la religión, el arte o los mitos. Coinciden como fondo, pero no como forma. Cada cultura lleva el universal a su propio particular.

Pero la multiplicidad de la realidad cultural no acaba aquí. No solo cada comunidad presenta una cultura distinta, sino que cada individuo en su subjetividad la percibe de forma diferente atendiendo a rasgos como sus preferencias, edad o grupo social según defiende el perspectivismo, apoyado por Ortega y Gasset. Estos factores contribuyen a una híper-subjetividad que hace al individuo vulnerable ante las apariencias, manifestaciones equívocas de la realidad.

En siglo XVII, Francis Bacon advirtió la existencia de los 'ídolos' en su obra Novum organum. Estos son malos hábitos mentales que nos impiden localizar la realidad, es decir, nos hacen presos de las apariencias. Recontextualizando su teoría, obtenemos los ídolos contemporáneos:

En primer lugar, encontramos los 'ídolos del confort'. Se corresponden con el instinto de manipular la realidad a nuestro antojo. Todos albergamos el deseo de cubrir lo que consideramos negativo con un velo de apariencia. Esta actitud origina la 'posverdad'. Según Marina Garcés, en su obra Nueva ilustración radical, la posverdad consiste en estar dispuestos a creer lo que más nos conviene en cada momento. No solo es aplicada por el propio sujeto sobre sí mismo, sino que también constituye una poderosa arma en prensa y política. El resultado de su aplicación es la deslocalización de la realidad.

Posteriormente, señalamos los 'ídolos de la pantalla'. A menudo, nos valemos de las palabras de intelectuales para respaldar un argumento. El problema llega cuando esas palabras son simples opiniones. Este fenómeno, conocido como 'magister dixit' (el maestro lo dijo), hoy cobra una nueva forma: 'influencer dixit' (el influencer lo dijo). Los influencers son figuras con gran reconocimiento en las redes sociales. Constan de gran capacidad para influir, especialmente en los jóvenes. Con frecuencia, las opiniones que distribuyen en la red se convierten en verdades respaldadas por la popularidad que ostentan, manifestada a través de una cifra de seguidores.

Más tarde, nos topamos con los 'ídolos del barrio', formados por los prejuicios personales. Generalmente, son pensamientos adquiridos en un determinado contexto cultural que no atienden a la lógica y nos impiden localizar la realidad. Son causa directa de los 'telones de acero culturales'. Estas murallas irracionales atienden a una separación de las comunidades, originando conflictos y dificultando la ejecución definitiva de uno de los hitos más valiosos de nuestra época: la globalización.

Por último, presentamos los 'ídolos del libro'. La herramienta para conocer la realidad cultural es la historia. George Orwell, en su novela 1984, escribió: «Quien controla el pasado, controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado». El conocimiento de la historia queda en manos de ese 'Quien'. Hector Macdonald, en su libro Verdad, afirma que los 'desinformadores' deslocalizan la realidad mediante dos técnicas: olvidar eventos del pasado y recordar la historia selectivamente. A esto se suma la sobresaturación de información presente, que no tiene por qué ser verídica, como demuestran las 'fake news' (noticias falsas) que recibimos. El problema radica en la incapacidad de interpretar la información de un modo crítico y prestarle la suficiente atención, tal y como apunta el economista Michael Goldhaber.

Tras la exposición de los ídolos, llegamos a la conclusión de que la realidad se halla deslocalizada. Serán la razón y el pensamiento crítico los que nos ayudarán a encontrarla, lo cual resulta necesario para salvar al planeta de las hecatombes inminentes. Es fundamental promover una nueva Ilustración.

Tal y como dijo Richard Burton: «La verdad es el espejo destrozado en millares de trizas y cada uno cree que su pedacito posee la totalidad», aunque ya es hora de que juntemos nuestros trozos y recuperemos la noción de la realidad.