Aunque el trascurso de los días y el optimismo de la clase política muestre una falsa realidad, no debemos engañarnos. La economía española continúa desacelerándose, y no de forma extremadamente moderada, sino que lo hace a un ritmo constante y con paso firme. Los principales indicadores macroeconómicos muestran signos de un agotamiento muy pronunciado.

Y es que, como digo, la economía continúa funcionando, pero lo hace sin un proyecto y sin una cabeza que la lidere. El Gobierno de España sigue en manos de nadie, mientras que muchos países, como Australia, Portugal, China o Estados Unidos, ya están tomando medidas en el asunto y encauzando proyectos económicos que traten de revertir la situación.

Aunque la desaceleración económica que experimenta la economía se puede observar en el entorno económico global, sería un completo error el no destacar que la desaceleración se intensifica cuando hablamos de la economía europea. Si miramos a China o Estados Unidos, principales causantes del fenómeno de mayor magnitud y que mantiene a la economía en vilo, la guerra comercial, los crecimientos siguen siendo muy óptimos.

Las políticas aplicadas por ambos Gobiernos han provocado que economías como China, que preveía crecer a ritmos inferiores al 6%, muestren un mayor dinamismo, realzando los crecimientos por encima del 6%. En el caso de Estados Unidos, otra economía que preveía crecer a ritmos inferiores al 2,5%, ha vuelto a cosechar un crecimiento del 3,1% en su último registro, manteniendo así los niveles cosechados meses atrás y reteniendo la desaceleración.

Claro está, ambos países no han revertido la situación con una actitud impasible y expectante a lo acontecido en el país, sino que sus políticas y las estrategias de los diferentes líderes políticos en ambos territorios han ido enfocadas a revertir la situación, aplicando políticas de liberalización e impulso para las empresas, así como para los ciudadanos. En ambos países, las políticas más destacadas han sido las masivas rebajas de impuestos.

Unas rebajas de impuestos que han continuado aplicando otros países en el resto del mundo. Australia o Portugal son dos ejemplos de países en los que la política aplicada ha sido la de rebajar el esfuerzo fiscal, tratando de impulsar la economía, las empresas y la liberalización de los mercados. Unas políticas que han surtido efecto, tanto en China como en Estados Unidos, y que ya comienzan a replicarse en otra serie de países.

Los indicadores confirman las caídas. Como decíamos, Europa, con grandes problemas de crecimiento en las economías que la integran, ya comienza a notar una mayor desaceleración. Según comentábamos, las macromagnitudes que miden la actividad económica e industrial, véase el consumo de energía en la industria, comienzan a mostrar sus primeros signos de recesión, alcanzando niveles mínimos de la última gran depresión.

Los indicadores que miden la actividad económica, entre los que se encuentran los PMIs, ya muestran contracciones, por ejemplo, en el sector manufacturero, donde el índice muestra una contracción que le ha llevado a alcanzar los 47 puntos. Mientras tanto, el PMI del sector servicios sigue sin caer por debajo de los 50 puntos, sin embargo, supera levemente el umbral que le sitúa en lugar seguro, fuera de recesión.

Alemania, por ejemplo, la locomotora económica europea encabeza las caídas en la industria en la eurozona. En el caso de la primera economía del euro, sus indicadores que miden los niveles de actividad, sus PMIs, muestran una contracción constante, tras contraerse de forma reiterada desde el inicio del año. Esto, sumado a la caída en industrias tan relevantes como el sector del automóvil, comienza a alertar a los economistas.

Esta brusca caída en la industria es algo para tener en cuenta, ya que la desaceleración del sector industrial y la caída de la actividad económica produce un efecto directo en las tasas de desempleo, las cuales decrecen de una forma muy gradual. España sigue poseyendo una de las tasas de desempleo más altas de la zona euro, tanto general como juvenil, mientras que los líderes políticos tratan de revertir la situación con políticas intrusivas que, en lugar de crearlo, lo destruyen.

Elevados niveles de endeudamiento. Pero no todo queda en la desaceleración y en el empleo. La desaceleración es un aspecto fundamental para la política europea, sin embargo, muchos líderes políticos, ante una visión opaca de la realidad económica, siguen sin concienciarse del gran problema que viven determinados países europeos con los elevados niveles de deuda pública y el gran sobreapalancamiento de determinadas economías, siendo los casos más destacados los de Italia y España.

Aunque en el caso de España, Bruselas ha hecho efectivas sus promesas de sacarla de los procesos de déficit excesivo a los que estaba sometido el país, la nueva estrategia adoptada por los nuevos líderes políticos vuelve a llamar la atención de Bruselas, advirtiendo de un nuevo incremento en el déficit que elevaría la deuda pública española a niveles nunca vistos.

Para hacernos una idea, la deuda pública en España supone casi el 100% del Producto Interior Bruto (PIB) de nuestro país. Actualmente, nuestro nivel de deuda crece a un ritmo muy acelerado, creciendo a ritmos de 1.100 euros por segundo. Si hacemos la suma de esos 1.100 euros por segundo, al final del día nos encontramos con un aumento que asciende hasta los 96 millones de euros diarios. Ahora bien, si dividimos la cuantía de la deuda entre los ciudadanos residentes en el país, cada ciudadano debe casi 30.000 euros.

Como podemos ver, el vertiginoso incremento que está sufriendo el apalancamiento en nuestro país no solo dificulta la refinanciación española ante los posibles shocks económicos que pueda vivir la economía europea y española, sino que produce un hipotecamiento para los ciudadanos que viven en el país, el cual tendrán que afrontar en el largo plazo, trayéndole unas mayores dificultades y unos severos problemas en el largo plazo.

Mientras tanto, como digo, pese a la desaceleración que vive la economía, los políticos siguen en su juego de formar Gobierno en base a los pactos, siendo su fin el de ostentar un sillón y poder en el Congreso. Mientras tanto, la ciudadanía sigue padeciendo las consecuencias de la mala gestión económica y la impasible actuación de los líderes políticos, así como la falta de un proyecto que trate de revertir la situación en el país.