Los hombres no son de Marte ni las mujeres de Venus, pero en la Asamblea Regional el aire acondicionado parece estar adaptado a la ropa masculina. Los diputados visten una doble manga: la de la camisa y la de la chaqueta, mientras las diputadas, en esta etapa veraniega, suelen lucir media manga o manga larga de tela más suave que la convencional masculina.

La intensidad del aire acondicionado, dicen las mujeres, atiende a las necesidades de los colegas encorbatados, mientras ellas sufren un exceso de fresquito. Esta incomodidad produce, según testimonios de las féminas, una mayor necesidad de escapar a los servicios, lo que cuando se produce intermitentemente a lo largo de una intensa sesión como la de investidura de los pasados lunes y martes, puede dar lugar a que los tribunos machos observen con preocupación una abundante deserción provisional en los escaños de las chicas.

La portavoz de Ciudadanos, Isabel Franco, es una de las diputadas que, al parecer, sufre esta discriminación del termostato, pero asegura que «aunque me estaba haciendo pis, aguanté hasta el final la intervención de Juan José Liarte, de Vox, y por eso me quedé sorprendida cuando se quejó de que no estaba atendiendo a lo que decía.

Al revés, estaba aguantando todo lo que podía mientras tomaba notas en mi tableta». Liarte se quejaba de vicio, pues quien podría haber tenido razones para hacerlo fue quien lo sustituyó en la tribuna, el portavoz de Podemos, Óscar Urralburu, que apeló repetidamente a Isabel Franco durante una parte de su intervención, aunque el escaño de ésta permanecía vacío. Y es que el fresquito que ataca a las diputadas la obligó a salir un momento. Curiosamente, Liarte se quejó de que Franco no la atendía cuando ésta resistía en su escaño, y Urralburu, que tenía razones para sentirse desatendido, no le reprochó su ausencia. Por favor, que regulen mejor el aire acondicionado.