Tras las elecciones autonómicas del 26M y la 'heroica' victoria del Partido Socialista, en algún momento, probablemente de ingenuidad política, llegamos a preguntarnos, como en la canción de Doris Day ¿What it will be, will be? ¿Habrá gobierno de Conesa-Franco o de PP-Ciudadanos-Vox?
Es verdad que aritméticamente las dos combinaciones eran posibles (son de hecho posibles) pero era no querer ver, ilusionados con la posibilidad de una regeneración real y tangible para nuestra región, que desde un primer momento las cartas estaban echadas y todo lo que iba a seguir no era más que un paripé. Una farsa de máscaras valleinclanescas, en unos casos; de figurines de comedia de capa y espada, en otros; o de improvisados actores de película de serie B en este final de culebrón.
«¿Qué será, será?» finge preguntarse Isabel Franco, manteniendo un falso suspense, mientras hace como que mira de reojo a Vox. ¿Voy a ser vicepresidenta con Miras? ¿O lo seré con Conesa? Como si su futuro no estuviera ya escrito en las páginas de la incoherencia política de puño y letra de Rivera.
No creo, sinceramente, tal y como están las cosas en el partido naranja en Madrid, que se produzca lo que se conoce como un coup de théâtre. Por mucho que Vox y Ciudadanos estén escenificando una 'ajuntaera' imposible. Un 'yo no me junto con ese', cuando andan de la mano en Andalucía. No habrá lugar, por mucho que redoblen los órdagos, a un rebote de la situación. La derecha, en la que más que nunca está incluida Ciudadanos, no permitirá que se le volatilice un poder que después de 24 años puede seguir conservando.
Vox acabará cediendo a la presión. Como en Andalucía, como en tantos otros sitios. Aunque ahora vaya de 'digno', de imprescindible, de 'sin mí no sois nada'. Acabará absteniéndose para facilitar el Gobierno en el que le gustaría participar y al que no descarta incorporarse cuando pase el postureo de Ciudadanos.
«Ahora mismo, nuestro voto es no», ha dicho Salvador. Ahora mismo. En la primera fase de la investidura. Pero queda una segunda vuelta, mañana, y en esa el vértigo hará que, desdiciéndose, haga lo que decía que no iba a hacer. Bastará con ponerse de lado para que el pacto a la andaluza acabe reeditándose. Que será, finalmente lo que Vox quiera.