Entre los tópicos relacionados con la empresa familiar, hoy quisiera abordar la innovación y la continuidad. Generalmente, este tipo de empresas son percibidas como poco innovadoras, poco profesionales y, por tanto, con escasa esperanza de vida. Además, están muy extendidas por Internet unas cifras incorrectas que ponen de manifiesto la escasa probabilidad de éxito en los procesos de sucesión. Todo esto lleva ineludiblemente a pensar que en la mayoría de los casos las empresas familiares desaparecen con su sucesor.

En diversos estudios realizados por la Cátedra de Empresa Familiar Mare Nostrum comprobamos sistemáticamente una menor tasa de mortalidad respecto a las empresas no familiares. No es extraño. De hecho, la orientación a largo plazo o continuidad es uno de los objetivos principales de la empresa familiar. Desde el emprendedor que decide ligar su empresa a su familia, hasta los sucesores que tienen la gran responsabilidad de seguir con el legado recibido, los miembros familiares comparten la importancia de mantener vivo el proyecto empresarial. Más aún cuando normalmente el patrimonio familiar está ligado a la empresa. Por el contrario, las empresas de corte capitalista están guiadas exclusivamente por criterios económicos en ocasiones cortoplacistas. No dudan en abandonar tan pronto no alcanzan la rentabilidad deseada, se les presenta una ubicación más ventajosa o una oportunidad de negocio más atractiva.

Si bien es cierto que las empresas familiares puedan ser conservadoras, no es menos cierto que son especialmente efectivas en movilizar sus recursos cuando ven peligrar su continuidad. Por tanto, su nivel de innovación está determinado en gran medida por su orientación a largo plazo. El planteamiento más eficaz está basado en la combinación de estrategias de explotación y exploración. Resulta una característica distintiva su capacidad de explotar sus conocimientos, normalmente relacionados con el conocimiento de un oficio y del mercado. En este contexto, la tradición desempeña un papel importante. Aunque, también resulta determinante su capacidad de exploración del mercado, de sus competidores, de los productos, para evolucionar y adaptar sus modelos de negocio.

En definitiva, las empresas familiares más longevas son aquellas con una cultura orientada al largo plazo que les lleva a explotar sus valores y conocimientos idiosincrásicos, a la vez que presentan una gran capacidad de análisis y adaptación a su entorno. Si a esto le sumamos los avances en la profesionalización de sus empresas a través de la cualificación de los miembros familiares, la incorporación de directivos y propietarios externos, el desarrollo de planes estratégicos y la implantación de eficaces órganos de gobierno; se explica la mayor sostenibilidad de sus proyectos empresariales con la consiguiente repercusión en la generación de riqueza y empleo.