El 16 de junio de 1963 la aeronave Vostok 6 fue lanzada al espacio. Su tripulante era una mujer de 26 años cuyo nombre en clave era Chaika ('Gaviota' en ruso). Valentina Tereshkova estuvo dos días, veintitrés horas y doce minutos orbitando la tierra y fue, además de la primera mujer cosmonauta, la primera persona civil en el espacio. Junto con ella otras cuatro cosmonautas, Tatiana Kuznetsova, Valentina Ponomariova, Irina Soloviova y Zhanna Yorkina, fueron escogidas para llevar a cabo el programa Vostok, cuyo fin era, además de adelantar a los americanos en la carrera espacial (recordemos que eran los tiempos de la Guerra Fría), estudiar los efectos de la ingravidez en el cuerpo femenino. Unas 400 mujeres fueron seleccionadas por las autoridades de la antigua URSS para integrarse en el programa espacial. Todas ellas recibieron el mismo entrenamiento que sus compañeros hombres porque «el cosmos no es indulgente con las mujeres». Valentina Tereshkova fue la primera y tuvieron que transcurrir diecinueve años para que otra mujer, Svetlana Savitskaya, en 1982, volviera al espacio.

En los años 50 en EE UU, la NASA había creado un grupo de trece mujeres, conocidas como Mercury 1. Este grupo de mujeres estaba perfectamente entrenado para pilotar una aeronave. Habían superado exámenes y pruebas por delante, incluso, de muchos de sus compañeros varones, como algunas pruebas psicológicas, más exigentes que las de los hombres, en las que batieron records de aguante. Una de estas mujeres, Jerrie Cobb, obtuvo una nota global en todas las pruebas que superaba al 98% de sus compañeros masculinos. A pesar de tener una carrera brillante y unas excelentes condiciones físicas y psicológicas, jamás viajó al espacio.

El machismo imperante en la época fue un obstáculo que impidió a estas pioneras alcanzar su meta. Cuando a Gordon Cooper, uno de los primeros astronautas americanos de la historia, se le preguntó si había sitio para una mujer en el programa espacial americano éste respondió: «Bueno, podríamos haber enviado a una mujer en lugar de a un chimpancé». Cobb luchó contra esta discriminación y acudió al Congreso. Pero solo encontró rechazo. El astronauta John Glenn en su testimonio argumentó que las mujeres no debían ir al espacio porque era una cuestión de 'orden social'. Según Glenn los hombres luchan en las guerras, vuelan en los aviones, ayudan a construirlos. Las mujeres no están en este campo. Le faltó decir que en el 'orden social' las mujeres se quedan en casa y esperan a que llegue el héroe.

Las mujeres astronautas se han enfrentado a comentarios machistas de todo tipo. En 1982 Svetlana Savitskaya se convirtió en la segunda mujer en viajar al espacio y en la primera en realizar un paseo espacial. Cuando llegó a tierra la broma con que sus compañeros la recibieron fue: «Tenemos una cocina para ti; allí es donde trabajarás». Y a Sally Ride, la primera astronauta estadounidense, la prensa le preguntaba por cuestiones como si en el espacio usaba sujetador o si lloraría en el espacio.

Afortunadamente el machismo en la investigación espacial no es tan evidente como en estos primeros años de la carrera espacial. En la actualidad muchas mujeres han alcanzado puestos de responsabilidad en las misiones espaciales. En abril de 2017 la bioquímica Peggy Whitson se convirtió en la primera mujer en comandar dos veces la Estación Espacial Internacional (ISS). Es la mujer que más paseos espaciales ha realizado (ocho) y fue la primera mujer en convertirse en jefe de astronautas de la NASA. Pero aún queda mucho por hacer. El pasado mes de marzo se había programado un paseo espacial en el que dos astronautas iban a instalar unas baterías en la parte externa de la estación espacial internacional (IIS), pero la falta de talla adecuada en los trajes impidió que se realizara.

Las mujeres que han viajado al espacio desde esos primeros años 50 representan solo un 11%, pero la cantidad de mujeres astronautas sigue creciendo. Cabe preguntarse cuántas más podrían haber sido si todas aquellas a las que se les negó realizar misiones espaciales solo por ser mujeres no se hubieran encontrado con una sociedad machista que no solo las ninguneó, sino que también las ocultó.

Es necesario conocer la historia de estas mujeres pioneras; son ejemplos en los que mirarnos y en los que las niñas de hoy pueden encontrar los referentes que las lleven a convertirse en las mujeres del mañana, libres de prejuicios y luchadoras. Quién sabe cuántas de ellas serán las que capitaneen una futura misión en la que descubrir e investigar otros mundos.