Ante situaciones excepcionales, soluciones excepcionales. Cuando se habla de 'hacer política' nos referimos precisamente a esto, a aportar respuestas arriesgadas, valientes, adecuadas a cada situación en cada momento concreto, aunque se salgan de los rieles por los que circulan los discursos estancos. ¿Quién dijo que un pacto PP-PSOE es contra natura? Que se lo pregunten a los senadores de ambos partidos que en la pasada legislatura aprobaron la aplicación a Cataluña del 155 de la Constitución, obligados por una agresión extraordinaria a la legalidad vigente. El pacto PP-PSOE-Cs para conducir con cordura la gestión municipal de Cartagena frente a la emergencia populista del localismo matón de José López es una de las mejores noticias que nos ha traído el proceso de constitución de los Ayuntamientos de la Región. Se llama alta política. El recurso a 'la gran coalición' está para estos casos; renunciar a constituirla supondría dejar a Cartagena en manos de sus liquidadores, que tanto la aman.

La convocatoria de ayer de José López a las puertas del Ayuntamiento de Cartagena es suficientemente expresiva, en una reproducción mimética de la imagen de los nacionalistas catalanes que se manifestaron el sábado ante el Ayuntamiento de Barcelona para presionar contra la elección de Ada Colau. Todos los localismos se parecen y reproducen la misma estética alcanforada. Con la diferencia de que, en el caso de Cartagena, José López ha inaugurado el recurso a los puños («Puño, y si hace falta, a la cara», acompañado el lema de un gesto inequívoco), a punto de recurrir al ideario falangista del 'puño y las pistolas'. Por algo se empieza. Cuando el puño, además, ha de ir dirigido, según su recomendación a la masa, a la cara de dos mujeres (Ana Belén Castejón y Noelia Arroyo), se da un paso adelante tras la definición de una de las candidatas como 'pelo rubio y labios rojos' y de la otra, ayer mismo bautizada como 'sociópata'. Una sociópata y otra que va provocando con sus labios rojos se merecen, no cabe duda, sendos puñetazos en la cara. Y si alguien no estuviera dispuesto a llegar tan lejos, la recomendación de José López es que las insulten cuando las vean, les den la espalda, les hagan imposible la convivencia pública. Y todo 'por Cartagena', es decir, como a cierta parte de la población en la Alemania de los años 30.

¿No es suficiente este striptease emocional de López para que se convenza hasta el secretario general del PSOE, Diego Conesa, de que 'algo pasa en Cartagena' que debe ser atajado con el recurso excepcional del pacto entre las dos clásicas fuerzas antagónicas? Quince diputados son más que ocho, y esta implacable suma democrática puede contribuir a suspender la deriva que se preveía para Cartagena con un alcalde en minoría, sin opciones de pacto y con una actitud belicosa, envuelto en una bandera imaginaria y propenso a los brotes de psicopatología política con proyección al ridículo viral. Nadie entiende que si Ciudadanos es, para el PSOE, otra pata de la derecha, pretenda pactar con ese partido a todas horas mientras veta al PP. ¿No es también 'la gran coalición' un acuerdo entre los socialdemócratas del PSOE y los liberales de Ciudadanos? ¿Por qué no sería posible el pacto entre PSOE y PP cuando, en determinados espacios y circunstancias se producen situaciones que demencian el transcurso normal de la vida política?

Los actuales responsables regionales del PSOE deberían recurrir a su propia memoria histórica para recordar cuando el que fuera secretario general, Enrique Amat, acudió a Cartagena para destituir al alcalde socialista Juan Martínez Simón. El gesto fue interpretado en la ciudad como un ataque desde Murcia a la independencia del PSOE local, y la consecuencia fue que en el siguiente mandato gobernaron los cantonales. Ana Belén Castejón ha interpretado muy bien que solo cabía una actitud valiente para interceptar a José López, y lo ha hecho incluso poniendo en riesgo su propio estatus en el PSOE, dando indirectamente así una lección al líder populista, pues demuestra que es capaz de jugarse su futuro político precisamente para procurar la estabilidad y el buen gobierno de Cartagena. Si Cartagena es lo primero, Castejón está dispuesta a arriesgar hasta su expulsión del PSOE. No hay mayor ejemplo de cartagenerismo a la vista. El otro cartagenerismo, vocinglero y falso, es el de los puños a la cara y la incitación al acoso en los espacios públicos.

El PSOE debiera reflexionar sobre si actúa de carril o es capaz de entender una situación de tan evidente complejidad. Un líder como Diego Conesa también se hace afrontando situaciones como esta, en las que ha de elegir entre el burocratismo partidista o el juego de la gran política.