"Quiero ser alcalde", dice en público y en privado. Y lo dice en serio. Ahora o nunca. La única manera mediante la que Mario Gómez podría ser alcalde de Murcia es firmando el pacto que le ha ofrecido el PSOE, que debiera contar, además, con la aceptación de Podemos. Un tripartito municipal simulado como el que se gesta para el Gobierno regional, en ese caso PP-Cs con el apéndice de Vox. ¿Por qué Vox sí y Podemos no?

Ocurre que este diseño, el del gobierno municipal capitalino PSOE-Cs dependería de que se estableciera la misma coalición en la Comunidad autónoma, según el ofrecimiento de los socialistas. Pero Mario Gómez no parece estar dispuesto a que se cumpla necesariamente esa condición, pues con ella o sin ella, «yo, quiero ser alcalde».

En su 'negociación preferente' con el PP, siguiendo las consignas de su partido, el portavoz municipal de Cs ha remitido al equipo de José Ballesta un impresionante catálogo de condicionantes que poco menos dejan al popular y a sus diez concejales con la única función de recibir a la patrona en su anual bajada del monte. Se lo ha pedido todo. Todo lo que significa poder político, inversión, control y gestión. De antemano debe saber Mario Gómez dos cosas. La primera, que por mucha capacidad y disposición de sus tres concejales y de su propia persona, no hay equipo tan reducido que sea capaz de administrar tantísimas competencias, algo que él mismo admite. Y otra y principal, que aunque pudieran con ellas, Ballesta jamás estaría dispuesto a ceder tanto aunque la consecuencia consistiera en tener que marcharse a casa. Presumiblemente es eso lo que Gómez pretende: que el PP no acepte ni la mitad de sus reclamos, lo que lo legitimaría para silbar al PSOE, que acudiría presuroso a pactar, ya con un reparto competencial más adecuado a las capacidades humanas, incluidas las de los concejales.

La posibilidad de que Mario Gómez cumpla su deseo («Quiero ser alcalde») precisa de un proceso previo: aburrir a Ballesta hasta el infinito. Y después, aceptar el ofrecimiento del PSOE, decidido a convertirlo en la primera autoridad municipal para constituir un gobierno de coalición con mayoría de concejales socialistas (diez). Pero Gómez pertenece a un partido, Ciudadanos, que no está por aliarse con el PSOE, salvo como opción última en el caso de que el PP no esté dispuesto a repartir ampliamente las competencias. A esto último es a lo que Gómez se aferra: espera que Ballesta se cierre en banda y rechace la ambiciosísima demanda remitida en nombre de Ciudadanos. Sería el pretexto perfecto para recurrir a la coalición alternativa.

¿Podría Ciudadanos moderar ese ansia? Mario Gómez es paloma suelta. Ha creado una fuerte estructura en el municipio de Murcia para sostener su liderazgo local, carece de sintonía con la dirección regional, y tiene sus propias ideas sobre cómo se han de hacer las cosas. Hasta el punto de que hace unos días contradijo implícitamente el poderoso secretario nacional Hervías cuando éste negó que existiera una propuesta formal del PSOE para gobernar en coalición con Ciudadanos el ayuntamiento de Murcia. Gómez es un político atrevido en un partido en que se reza el «señor, sí señor». Y es también imprevisible.

De momento, ha tomado como cómplice involuntario a Ballesta, que no podrá aceptar la cesión a Ciudadanos del núcleo duro del gobierno municipal, como Gómez pretende. Y esa sería su vía de escape para justificar el recurso a la alternativa. Y con ella, él, alcalde.