Aprovechando la temporada de exámenes de la convocatoria estival en la Universidad, y la EBAU para aquellos valientes futuros estudiantes universitarios, me he parado a pensar sobre el tipo de educación que recibimos a lo largo de todos estos años de formación y lo que nos aporta, en este caso, lo que no nos aporta.

La romantización de la educación, sobre todo la universitaria, que emana de las películas, series y de la literatura, y la idea de que la educación que recibimos nos hace portadores de la razón, la lógica y el juicio crítico están lejos de la educación que verdaderamente recibimos, una educación plagada de procesos mecánicos, autómatas, de la sobreponderación a la memoria en detrimento del verdadero aprendizaje.

España tiene una de las tasas de abandono escolar prematuro más altas de Europa. No es que seamos más tontos, es que nuestro sistema ineficiente genera estudiantes frustrados y desmotivados, por encima de personas con sed de conocimiento. Yo, por suerte, he sabido 'adaptarme' a este sistema, pero, ¿cuántos se han quedado fuera por no tener buena memoria?

Miedo es lo que tiene la gente ante la llegada de la Inteligencia Artificial y la automatización, miedo de que estos avances nos quiten el trabajo a los seres humanos, y esto puede llegar a ser así si no llevamos a cabo unos cambios en Educación que nos diferencien de las máquinas. Me darán la razón si afirmo que cualquier ordenador tiene mejor memoria que nosotros. Seremos sustituidos por máquinas si nos educan de la misma forma en la que se programan robots, con secuencias automáticas, repeticiones de patrones y memorización de datos y procesos.

En plena era de la digitalización, en la que cualquier información está al alcance de la mano, se nos empacha el cerebro con datos e información que podemos buscar en menos de cinco segundos. Tardamos menos en 'googlear' esa información de lo que tardamos en recuperarla de nuestra más profunda memoria.

Obviamente es fundamental conocer fechas, datos exactos, nombres y demás información puntual para poder contextualizar las explicaciones, pero lo que no es normal es que se priorice saber esas nimiedades sobre el conocimiento real, sobre el juicio crítico y el análisis de dicha información.

«Quien no conoce su Historia está condenado a repetirla», el problema es que no se enseña la Historia, se obliga a memorizar combinaciones de fechas, lugares y nombres, y no se da importancia al qué pasó, al por qué ocurrió y a sus consecuencias. La Historia ya no es una historia, es una enumeración.

No tiene sentido que se obligue a memorizar el nombre de los pensadores de las distintas corrientes filosóficas y no se enseñe en profundidad su pensamiento. La asignatura de Filosofía debería invitar a la reflexión y el pensamiento crítico.

Las maltratadas Matemáticas, fundamento de todo razonamiento lógico, no se enseña a comprender de verdad el razonamiento que subyace detrás de cada problema matemático, razonamiento que podría darnos a todos una visión más lógica y pragmática de la realidad, visión muy necesaria hoy en día.

Hasta en la Universidad, en otros tiempos garante del pensamiento libre y juicio crítico, acabamos memorizando ingentes cantidades de datos que cualquier persona (con o sin estudios universitarios) puede encontrar, en lugar de centrarnos en el análisis y debate de esa información.

La educación es el motor y base de los cambios sociales, de la democratización del conocimiento. No se debe desperdiciar en transformar a los estudiantes en papagayos autómatas que 'repitan de memorieta'. Aprovechemos para formar personas con pensamiento crítico, constructivo, con un afianzado razonamiento lógico, y así conseguiremos una población que no caiga en el absurdo de las posverdades, pseudociencias y fake news.

Animo al resto de estudiantes, a los docentes, a las instituciones, para que le demos ese aire fresco y de vanguardia a la educación que siempre ha debido tener.