Ciudadanos, decimos, tiene la llave, pero en realidad tiene dos llaves, y el uso de una en la primera fase no excluye la posibilidad de recurrir a la otra en la segunda. O todavía más evidente: puede mantener la amenaza constante de cambiar de llave si su socio inicial no se comporta o si los estrategas de Ciudadanos advierten que les conviene cambiar de socio.

Si el propósito de Ciudadanos es sustituir al PP como primer partido de la oposición para acceder después a los Gobiernos como primera fuerza, se supone que hace mal al salvar de la quema, en lo que a la Región de Murcia toca, a López Miras, quien en caso de no ser rescatado por los de Isabel Franco, sería descontado a beneficio de inventario por su propio partido, que estaría obligado a iniciar un proceso de reconstrucción con materiales averiados, pues su propio presidente ha procurado dejar tierra quemada tras de él.

Pero ¿y si Ciudadanos tiene un proyecto perverso a más largo plazo? La cabeza de López Miras, es decir, la estabilidad interna del PP, se salvaría este mes de junio si su potencial socio lo convierte de nuevo en presidente de la Comunidad, pero Ciudadanos sigue conservando la llave roja. Podría ocurrir que a mitad de la legislatura o algo más allá buscara un pretexto (que los habrá a mantas) para desligarse de una coalición activada con la llave azul y llamar entonces a su lado al PSOE. El desplome interno del PP se produciría de inmediato, ya más cerca de las próximas elecciones, con menos tramo para afianzar la regeneración interna, y Ciudadanos obtendría ventaja ante el siguiente reto electoral.

Es obvio que de partidos que juegan al cortoplacismo no es posible esperar estrategias tan sutiles ni siquiera a medio plazo, pero esa posibilidad está ahí, y no es un diseño extraño; recordemos que a mitad de la legislatura que ha concluido, Ciudadanos impulsó la dimisión de PAS, el presidente popular al que había aupado mediante un pacto de Gobierno, y lo hizo advirtiendo que estaba dispuesto a sumarse a la moción de censura que había instrumentado el PSOE. Sin complejos. Por tanto, atención: que Ciudadanos pacte ahora con el PP no es garantía de que la legislatura concluya con el mismo diseño. La llave roja siempre será esgrimida como una advertencia de que hay otra alternativa. Tanto como si fuera al revés, cosa ya harto improbable: si el pacto resultara PSOE-Cs, la llave azul estaría siempre gravitando sobre la cabeza de Diego Conesa.

La Mesa de la Asamblea. Lo vamos a constatar el próximo día 11 en la constitución de la Mesa de la Asamblea Regional, para cuando ya esté todo el pescado vendido. El órgano de gobierno del Parlamento Regional dispone de cinco plazas: presidencia, dos vicepresidencias y dos secretarías. Si el pacto es entre PP y Cs, el reparto será el siguiente: presidencia y una vicepresidencia, para Cs; la otra vicepresidencia y una secretaría, para el PP, y la secretaría restante para el PSOE. La suma es clara: cuatro de la coalición de gobierno, frente a uno del primer partido de la oposición. Pero si a mitad de la legislatura Ciudadanos decidiera pactar con el PSOE, el nuevo bloque seguiría siendo mayoritario en la Mesa: dos de Cs más uno del PSOE serían tres frente a los dos del PP. Ciudadanos, en un caso u otro, sería dueño de la Mesa. Y esto incluso si Vox se pide una plaza por colaborar en un Gobierno PP-Cs. En tal caso, sería el PP el que tendría que renunciar a su secretaría, de modo que la correlación de fuerzas no variaría. Ciudadanos, insisto, seguiría teniendo la llave también en el órgano director de la Asamblea, lo que le permitiría cambiar de socio en el Gobierno sin inmutarse.

La bipolaridad de Cs. Basta echar un vistazo a las portadas de la prensa provincial española en kiosko.net para observar que la Región de Murcia no va a ser una excepción. De uno a otro confín, la opción de Ciudadanos es el PP frente al PSOE, incluso en Castilla-León, que ya es decir, Comunidad que constituye la plantilla anticipada del resto de pactos en Comunidades y Ayuntamientos. La imagen fundacional de Ciudadanos como partido regeneracionista, que ejerció con solvencia en los dos primeros años de la última legislatura murciana, se hace trizas por doquier, pero ocurre que tres de cada cuatro votantes de ese partido, según los análisis internos, provienen del PP. No hay más que ver, además, la composición de sus listas electorales, de los órganos de dirección y hasta de las mesas de negociación: muchos están en Ciudadanos porque, en algún momento, el PP los desplazó o no los acogió. Ciudadanos es, a la vista está si reparamos en ciertos nombres, un partido patera del PP. Y en ese sentido, se trata de una organización prisionera de sus militantes y votantes por encima de sus iniciales propósitos regeneracionistas y de cambio. El resultado es: del PP a Cs para volver al PP. Aunque, eso sí, con el propósito de sustituirlo. Pero para empezar a cargarse al PP lo único que se les ocurre es mantenerlo en el poder. Debe tratarse de una operación de extremada ironía paradójica, a no ser que el secreto esté en la reserva de la llave roja.