Todas las miradas están puestas en Ciudadanos para ver dónde pone el huevo. Y todos los indicios son contradictorios, a veces pasmosos, e incluso cómicos en ocasiones. La indefinición inicial se puede entender, pero el manejo de la expectación expresa una considerable inmadurez política por el reguero argumentario, cada vez más estupefaciente. Todo se explica en que, sobre la evidencia de que se trata de una organización sucursalista, Ciudadanos es en el ámbito autonómico murciano un partido por hacer que ya, en esta fase, antes de acceder a su cuota de poder institucional ganada por su posición de partido bisagra (a pesar de su decadencia en cuanto a respaldo electoral, sobre todo en las grandes ciudades), sufre la corrosión de las conspiraciones internas, primer síntoma de una latente desestabilización. Inútil preguntar sobre estrategias para el inmediato futuro, pues muchos de sus dirigentes están, ya de entrada, más pendientes de su posición en el aparato que de lo que al partido le convendría hacer para ganar crédito y reforzar su imagen fundacional regeneracionista.

El poder de Miguélez. Quizá convenga empezar por el principio. Dado que, por el propio diseño de Ciudadanos como partido franquicia de la estructura nacional, no hay un liderazgo claro regional, los integrantes de la dirección sectorizada intentan, a codazos, abrir su propio espacio de referencia. Valle Miguélez y Francisco Álvarez son las dos figuras destacadas de la dirección autonómica, pero las diarquías rara vez funcionan, y en este caso tampoco. Miguélez es un caso de promoción interna muy esforzada. Al principio parecía protegida por Mario Gómez, quien la aupó en el cargo que tuvo que abandonar por el caso de los 'pagos irregulares' que la Asamblea Regional abonó al Grupo de Ciudadanos cuando en realidad eran gastos electorales del partido. Miguélez se plegó al tutelaje hasta que observó que Gómez le trasladaba la responsabilidad de dar explicaciones sobre el caso, de modo que cortó amarras y decidió ejercer por su propia mano. No obstante, mantuvo y mantiene la discreción propia de los secretarios de Organización, que se cobijan en la sombra. Nadie consigue obtener de ella una palabra para la opinión pública, incluso en la fase en que se ha convertido en candidata electoral. Trabaja para reforzar a futuro su propio liderazgo, evitando cualquier erosión.

En esta operación, fichó en su día a Ana Martínez Vidal, exconcejala del PP en Murcia durante el último mandato de Miguel Ángel Cámara. El propósito era convertirla en candidata a la presidencia de la Comunidad. No ha podido ser, porque Fran Hervías, secretario nacional de Organización, resolvió a favor de Isabel Franco tras aplicar sutilmente ciertos test de aptitud, de modo que el liderazgo institucional recayó en la órbita de Francisco Álvarez, que fue el valedor inicial de Franco. Martínez Vidal fue en su última etapa de concejala popular en La Glorieta algo así como la 'informadora secreta' de Pedro Antonio Sánchez sobre los trajines de Cámara, pues es sabido que PAS tenía cerrada, antes de acceder a la presidencia de la Comunidad, toda relación con la estructura del PP en el municipio de Murcia y le convenía tener 'espías' en territorio comanche. Sin embargo, cuando Martínez Vidal se vio relegada, no sólo de las listas municipales de José Ballesta, sino del propio Gobierno de PAS, a quien tanto había reportado, rompió de manera abrupta su relación con el entonces nuevo líder popular, a quien llamó por teléfono para decirle de todo menos bonito. E inmediatamente después intentó colarse en Ciudadanos, con poco éxito inicial, pues Mario Gómez no la aceptó, ni a ella ni a otros miembros del PP, sobre todo pedáneos, que se echaron en brazos del partido de Alberto Garre. Fue Miguélez quien finalmente acogió a Martínez Vidal e intentó promocionarla para la candidatura a la presidencia hasta que se cruzó por enmedio Isabel Franco.

Escapar a la Mesa. Aunque Martínez Vidal tampoco ha abierto el pico durante la campaña electoral, podría recibir ahora de la mano de Miguélez el impulso para convertirse en portavoz parlamentaria y del partido, reforzando así su posición y la de la propia secretaria de Organización, quien también cuenta con otro pivote en el Grupo Parlamentario de Ciudadanos: Alberto Castillo. Éste, que en su día recibió del PP alguna proposición o sugerencia para entrar en las listas electorales en el municipio de Murcia como virtual concejal de Cultura y Festejos, vio frustrado ese camino porque José Ballesta no estaba, por lo visto, avisado de lo que otros le prometieron o se hizo el desentendido. Castillo salió de la órbita del PP, merodeó en torno a Somos, y finalmente, tras visitar frecuentemente la cafetería Harrows, la segunda sede de Ciudadanos en Centrofama, fue reclamado por Miguélez para la lista autonómica, de modo que la secretaria de Organización, ella misma diputada, cuenta con dos incondicionales sobre seis diputados electos. Francisco Álvarez, el otro dirigente referencial del partido, tal vez tenga de momento disminuida su autoridad hasta que se enfríen las consecuencias del 'caso Alcantarilla', que afectó a su hermano, candidato frustrado a la alcaldía de una ciudad en la que arrasó el PP por mayoría absoluta. En cuanto al número dos de la lista, Juan José Molina, es poco probable que se adscriba a las luchas internas, de las que querrá salvarse haciendo el papel de palomita suelta que tan buen rédito le ha proporcionado, pues se trata del único diputado de Ciudadanos que sobrevive de la anterior legislatura. Quizá, para no verse golpeado por los codazos en los escaños de su Grupo, podría querer elevarse a la Mesa de la Asamblea, donde en buena lógica, pacte Ciudadanos con quien pacte, tendría a su disposición el sillón de la presidencia. Un sillón que también cabría adjudicar a la propia Valle Miguélez, pero esto supondría un nivel máximo de exhibición pública para el que hasta ahora se ha mostrado remisa.

¿Franco por el camino de Sánchez? ¿Y qué pinta en todo esto la líder objetiva de Ciudadanos, Isabel Franco? No parece que esté en las intrigas, pues su posición todavía es dependiente. Hay que suponer que tratará de afianzarse como líder efectiva para no correr la misma suerte que su antecesor, Miguel Sánchez, quien pese a su título no pudo ejercer como líder, y fue relevado con un soplo de viento. Pero, dado que Franco es la presidenciable electa, la cara pública de Ciudadanos, quizá le resulte innecesario intervenir en el foso donde se viene trajinando el tetris de la composición interna del poder en el partido. Es obvio que si Franco no afianza más tarde o más temprano un liderazgo sólido, de poco le valdrá ser vicepresidenta del Gobierno, pues el poder interno de su organización estará en otro lado. Y, de momento, lo que se percibe desde las más diferentes atalayas, más que atender a lo que toca, que es al diseño de la gobernación en esta Comunidad, hay quienes están especialmente pendientes de tomar posiciones de poder en el partido. Un partido que, por lo demás, es dependiente, sin disimulo alguno, de las directrices y conveniencias de la dirección nacional.

Reconciliación natural o a los lobos. En este contexto, ¿qué cabe suponer a priori sobre el rumbo que tomará Ciudadanos en cuanto a la elección de socio para gobernar la Región? Se podría deducir que los rebotados del PP preferirían humillar a López Miras y dejarlo a la intemperie para que se lo coman los lobos de su propio partido, pero en la práctica tal vez preferirían volver a la antigua convivencia, aunque fuera manteniendo un constante pulso, pues la química ideológica antisocialista pudiera imponerse a la tracción de los viejos rencores. Hay algo que juega a favor del pacto con el PP, a pesar de que es el más complicado, pues necesita del concurso de Vox, con la consiguiente estigmatización al retórico 'centrismo' de Ciudadanos. Y es que tal vez López Miras esté dispuesto a entregarlo todo con tal de sobrevivir: la Asamblea, la vicepresidencia, la mitad del Gobierno... Si la oferta es la entrega total, Ciudadanos encontraría la excusa perfecta: «Nada personal, sólo negocios». Y el cambio quedaría aplazado para trabajar en realidad por el control del partido. Que es en lo que ya están.