El PP de Murcia capital exhibe estos días, en la campaña de José Ballesta, una pieza rodante, futurista y fashion, que identifica a tamaño real el proyecto de movilidad no sólo para el extenso municipio sino para la también desmesurada área metropolitana. Es curioso que Ballesta, que fue consejero de Transportes en el Gobierno regional de Valcárcel, haya tardado cuatro años de ejercicio en la alcaldía para percatarse de que el transporte urbano es el principal problema de la ciudad. Seguro que lo sabía, aunque nunca lo hayamos visto utilizar ese servicio público.

De pronto, en plena campaña electoral, se ha caído del caballo, o mejor, del coche, y ha puesto a circular, sólo para sus mítines, un artefacto modernísimo, que ha traído de los confines, y que parece ser el prototipo de su nuevo empeño. A cualquiera le gustará, sin duda. Pero hay algunas preguntas al respecto que curiosamente el aparato de propaganda del PP debiera haber evitado desde el primer momento.

1. ¿Quién ha pagado el transporte del bicho, adornado con la pegatina del PP? ¿El Ayuntamiento? Sería un escándalo, y es improbable. ¿El PP? Demasiado caro incluso para los presupuestos de una campaña. ¿La empresa que los factura? Como promoción de ventas estaría muy bien, pero supondría un compromiso previo inaceptable, pues la contratación de los vehículos, cuando corresponda, debiera hacerse por concurso.

2. ¿Por que el tranvibús de Ballesta duerme en las cocheras de Lat, donde además obtiene la recarga eléctrica? ¿Y por qué es conducido por trabajadores de esa empresa, que, además, ni siquiera es la que dispone de la concesión municipal del transporte urbano sino de las líneas de la Comunidad? ¿Paga el PP el alquiler de esa cochera y las horas de trabajo de los conductores que manejan el vehículo? ¿O se trata de una cortesía de la empresa a un partido político que, desde su previsible futura posición de poder deberá aprobar los pliegos del nuevo concurso concesional, ya que el actual de Lat con la Comunidad concluirá en pocos meses, a la vez que el ayuntamiento de Murcia asumirá las competencias del área periférica que ahora dependen del Gobierno regional (y que, en consecuencia, prestan un servicio más que deficiente)?

Es probable que todas estas preguntas carezcan de sentido, como cabe creer y desear. Tal vez hoy el PP informe por fin de que el traslado a Murcia y la posterior devolución del magnífico vehículo a su país de origen, una vez concluida la campaña electoral, serán sufragados por su caja (por su caja A) de acuerdo al presupuesto oficial de campaña, así como que su alojamiento en las cocheras de Lat, el coste del suministro eléctrico y el sueldo de los conductores corresponde al concepto alquiler, pues si fuera una deferencia de la empresa cabría sospechar de la existencia de una colusión de intereses determinados en el futuro concurso de concesiones públicas del transporte urbano.

Antes que dar lugar a todas estas incógnitas, el PP debería haber aplicado la transparencia, y no provocara que lo que sin duda puede ser un interesante proyecto sobre el transporte (capítulo destrozado por el alcalde Cámara e ignorado, hasta ahora, por el alcalde Ballesta) se convierta en causa de polémica por una posible instrumentación electoral en la que participarían empresas directamente interesadas.

Todo se aclarará, a no ser que la respuesta del gabinete de la alcaldía sea la habitual: ¡Qué escándalo! ¡La prensa pretende informar!