Escuché hace poco un retazo de conversación en el que un alguien le contaba a otro alguien que se había comprado una boa como animal de compañía. Muy chic, muy pijo y muy molón.

El caso es que por redes sociales proliferan fotos de personas con sus animales raros como mascotas, una clara señal de que la estúpida moda de tener especies exóticas ha llegado hasta nosotros proveniente de los Estados Unidos, lugar cuyos habitantes lucen un extremado coeficiente intelectual y un refinado buen gusto, como es bien sabido. Pero claro, un cocodrilo, una serpiente pitón o un varano del Nilo resultan la mejor de las compañías, por lo obedientes que son, lo simpáticos y por lo bien que se comunican con su amo, y una cosa así no tarda en extenderse, e incluso en aconsejarse, como la mejor de las terapias contra el estrés moderno.

Geckos, iguanas, hurones, wallabiens, civetas, hasta erizos, hormigas, arañas venenosas, capibaras, monitos, cerdos vietnamitas y una infinidad de reptiles forman parte del absurdo catálogo de especies que la gente quiere tener en su casa. Quizás los animales exóticos a la venta en las tiendas del ramo sean especies amenazadas o estén protegidos por el Convenio internacional CITES, pero esto tampoco me importa mucho; espero que sean las autoridades quienes comprueben si hay algo irregular en este comercio.

Ahora me interesa más destacar lo que ocurre en los países de origen de estos animales cuando usted, por ejemplo, quiere tener un bicho raro en su casa. Ocurre que al amparo del hambre y el subdesarrollo, florecen las mafias organizadas, el dinero negro, la destrucción de los ecosistemas. Y me interesa también señalar lo que supone esta moda para las poblaciones animales: sin ir más lejos la tortuga mora en Murcia (una especie en peligro) ha sido muy expoliada por estas razones. Y si eso ocurre en una zona del mundo donde existe cierto control, imagínense que ocurrirá en Surinam, Zambia o Niger.

También es muy peligroso para la biodiversidad los incontables casos en los que las mascotas exóticas escapan o son abandonadas en el medio natural provocando un grave problema a las especies autóctonas. Piensen sólo en cómo los galápagos de Florida amenazan a nuestro magnífico galápago leproso.

Y me interesa, por último, reflexionar sobre cómo la moda de tener animales exóticos en propiedad supone una nueva prueba del magro concepto que tenemos los humanos de la naturaleza, como algo que está ahí, irreversiblemente puesto para nuestro exclusivo entretenimiento.

En conclusión, tenga usted un perro, hombre, o un gatito, como toda la vida, y déjese de peligrosos y estúpidos encaprichamientos. O si quiere ser original, haga como en el anuncio. Acepte pulpo como animal de compañía y cómprese uno para cantarle bellas canciones al calor de la chimenea en las interminables tardes de invierno.