Buen momento ahora, cuando encaramos unas importantes elecciones autonómicas y municipales, para pensar sobre alguno de los grandes asuntos que enfrenta la Región hacia su próximo futuro. Uno de ellos está siempre sobre la mesa, el de la provincialidad o la multiprovincialidad de nuestra tierra. De partida tengo que reconocer que estoy a favor de las formas de organización política y administrativa que más acerquen la cosa pública a los ciudadanos y que más recojan las identidades y particularidades de un grupo. Sin embargo también estoy absolutamente a favor de los sistemas más racionales, más eficientes -o eficaces, que nunca he sabido la diferencia- y que más cohesionen a esos mismos grupos.

Por ello, y respetando completamente cualquier opción, no puedo sino decir que no acabo de ver la idea de la multiprovincialidad en nuestra tierra. Quizás esté equivocado -soy todo lo más lejano que se pueda ser a un especialista en estos temas- pero no acabo de percibir las ventajas de establecer un nuevo aparato administrativo para un grupo de competencias, las que correspondería a dos Diputaciones Provinciales, que devienen de las pocas que pudieran surgir de los ayuntamientos hacia esas diputaciones. Tampoco veo la necesidad de tener en esta tierra de poco más de un millón de hectáreas dos subdelegaciones del Gobierno o las correspondientes oficinas múltiples en cada provincia de las competencias del Gobierno Regional. Quizás sea muy simple, pero no me alcanza mucho más allá el análisis. Sin embargo puede ser que todavía haya un margen muy interesante para explorar en toda la Región fórmulas que consigan maneras directas, eficaces y sinérgicas -con perdón por la palabreja- de colaboración administrativa basada en los territorios. Se trata de la comarcalización. Ayuntamientos agrupándose en órganos de colaboración que sirvan para el mutuo apoyo y la optimización de los recursos.

Sí veo, por tanto, la posibilidad de las comarcas no sólo como una expresión de identidad sino también como un esquema para mejorar y apoyar las cosas administrativas. De hecho, no faltan actualmente en nuestra Región mancomunidades y consorcios que agrupan ayuntamientos -a veces con la administración regional- para diversas acciones, por ejemplo, para la gestión de residuos, los servicios sociales, la dinamización turística y algunas otras. Sin embargo no hay una comarcalización administrativa en la Región, si acaso unas agrupaciones 'ad hoc' que responden solo parcialmente a la identidad de las zonas.

Por poner un ejemplo, en la comarca del Noroeste, clara e histórica realidad territorial identificada tradicionalmente como comarca y así percibida tanto por sus habitantes como por el conjunto regional, la Oficina Comarcal Agraria no incluye Calasparra, Bullas no está en el Partido Judicial del Noroeste ni en la Mancomunidad de Servicios Sociales, hasta hace poco el Consorcio turístico incluía a Mula, y así otros tantos hechos administrativos que no contribuyen a forjar una comarca 'total'. Quizás la oportunidad de la reforma de nuestro Estatuto de Autonomía, que reconoce la posibilidad de la comarcalización, pueda ser un buen momento para empezar a pensar en estas cosas que, bien hechas, podrían contribuir no a complicar ni a burocratizar sino a mejorar y apoyar nuestra identidad y nuestra organización territorial.