Plagios, imitaciones, emulaciones, qué más da si el fin justifica los medios. Solo que a veces te puede llevar a dimitir, si eres político, o no, y en otras ocasiones te lleva incluso a los tribunales de Justicia para reparar el daño causado a un tercero. Y estos casos son los que hoy me traen antes ustedes, con una intención más jocosa que criminal.

Muchos han sido a lo largo de la historia los supuestos en que el Estatuto de la Propiedad Industrial ha sido conculcado, siendo necesario aplicar el Código Civil e incluso el Penal en ocasiones, para poner las cosas en su sitio. Otras veces, esas patentes y marcas no han tenido tal protección, bien por falta de pruebas, bien porque no existía violación legal alguna. El común denominador era siempre el mismo. Una imagen similar a la que ya tiene éxito en el mercado y unas letras, frases o pronunciamientos que suenan casi lo mismo en uno (la marca ya consagrada) y el otro (el que se quiere aprovecharse de la consagración industrial de otro).

Hubo una vez hace tiempo, en que la botella de Martini fue más o menos imitada por la denominada Mari Trini, con un vermut rojo de color, pero el sabor evidentemente era de acuerdo con su precio, bastante inferior en la segunda marca, que en el consagrado Martini. Anís El Mono fue imitado toscamente por Anís El Negro, con su botellita esmerilada, trasparente y con rombos, para que pueda ser azuzada en Noche Buena por el pariente más gracioso con un cuchillo o similar, a la vez que destripa un villancico, a ser posible El Tamborilero. Después, vino Pompadour y Ben Hour, donde como la flor de la manzanilla, de la menta poleo o de la tila son siempre las mismas, y eso es lo que figuraba en las bolsitas de la infusión, no existió problema legal alguno. Los dinosaurios en los envoltorios de los chicles y las calcomanías en las chuches de los chavalines de casi treinta años al salir de clase (serie televisiva de éxito total) también crearon algún que otro problema, resuelto por un arbitraje internacional, antes que acudir a una Justicia lenta.

Y hemos llegado a lo último y más 'in' de las imitaciones. Por una parte, se encuentra Artiach, que ha perdido un contencioso por las patentes de sus galletas de dinosaurios. Pretendía que solo ellos pudieran usar esos extinguidos animales para sus galletas, pero un juzgado de lo mercantil de Barcelona le ha dicho que no a esa exclusividad, porque el dinosaurio pertenece al dominio público y, por tanto, puede ser comercializada por otras empresas, como La Flor Burgalesa, que podrá seguir vendiendo sus 'gallesauros'. Sentencia, por cierto, no firme aún. Por otra parte y por contra está la ginebra española Sota de Bastos, que ha sido condenada por imitar a Beefeater. La Audiencia Provincial de Alicante acaba de dar la razón a ésta última empresa por ser iguales la botella y el etiquetado. La sentencia, que al parecer es firme, salvo que Europa diga lo contrario, agfirma que dada la gran semejanza entre una y otra, existe un aprovechamiento indebido y una competencia desleal, por lo que deberá cesar en la comercialización de la marca Sota de Bastos además de pagar dos indemnizaciones por más de 100.000 euros: una, al titular de la marca infringida (como consecuencia de los actos de infracción de marca), y otra para la distribuidora en España del producto imitado (por el enriquecimiento injusto). Y ello independientemente que se haya o no probado la existencia de daños y perjuicios.

Conclusión: es mejor no imitar, pues nos podemos convertir en unos parásitos que crean una clara indefensión a los titulares de otras marcas, y acabaremos en los tribunales. Y, por el contrario, si inventamos algo hay que patentarlo cuanto antes, no sea que a alguien se le ocurra imitarnos. Les recuerdo que los agujeros para los donuts y las tiritas negras para negros ya están patentadas.