Es lo que toca decidir este 28A. No creo que haya otra opción, tal como está el percal. El centro, versión Ciudadanos, es la chistera de un prestidigitador de la que podría salir cualquier cosa, es verdad, pero de la que sólo saldrá, si dan los números, un Gobierno PP, Cs y Vox. Como en Andalucía. A la derecha 'desacomplejada' la imita el centro 'desacomplejado' y 'desnortado'. Ellos sabrán lo que hacen. Venir para supuestamente regenerar la vida política y acabar en brazos del PP y de Vox es un extraño viaje, probablemente un viaje a ninguna parte.

No sé lo que habrán dado de sí los dos debates programados cuando lean esta columna porque la estoy escribiendo antes de que se produzcan, pero puedo imaginármelo. Cada contendiente se habrá proclamado vencedor y cada medio se inclinará por uno, por otro o por ninguno en función de criterios periodísticos o editoriales, vaya usted a saber.

Aparte de eso, y siendo importantes los debates, no creo que vayan a inclinar del todo la balanza de un lado u otro. La incertidumbre, ese componente esencial de la situación política actual, seguirá hasta el último momento. Y no deberíamos descartar ningún resultado.

Lo único que parece seguro es que, superado el bipartidismo, esta batalla se librará en el terreno de 'bibloquismo'. Entre la izquierda y la derecha de toda la vida. Entre PSOE y Unidas Podemos, por un lado, y PP, Ciudadanos y Vox, por otro. Entre un bloque de progreso y un bloque con elementos claramente reaccionarios. Entre unas izquierdas que quieren centrar su discurso en la agenda social y las derechas de la foto de Colón envueltas en la bandera.

El gran problema para la izquierda puede venir precisamente de la llamada cuestión catalana. Que algunos votantes progresistas no terminen de entender que las llamadas al diálogo no son cesiones al independentismo sino la única manera de encauzar este problema territorial (agravado en la época Rajoy, por cierto) dentro del Estatuto y la Constitución.

Para la derecha de PP y Cs, el peligro viene de otro flanco. Y no menos preocupante. De la movilización del electorado progresista generada por sus pactos con la ultraderecha de Vox. Una y otra rémora van a tener su incidencia en los resultados del domingo. Lo que no sabemos es en qué medida.

Desde luego, no es poco lo que está en juego tras las elecciones. Una más que probable involución política con sus correspondientes recortes de derechos (a imagen y semejanza de las políticas de Salvini, Trump o Bolsonaro) en la que se cuestione desde las políticas de igualdad hasta las pensiones públicas, pasando por la transición ecológica, si ganan unos. O culminar los proyectos sociales que quedaron inconclusos en esta legislatura y reforzar las políticas de memoria y justicia, si ganan otros. Una dicotomía importante, pero legítima en democracia.

Al fin y al cabo, lo que se decide el domingo es cómo queremos que sea España, la única que tenemos. Si neoliberal y reaccionaria o social y progresista..