Es perfecto. Ismael Crespo hace como que va por la derecha y Juanjo Escribano por la izquierda. Como si se tratara de la 'gran coalición' demoscópica entre PP y PSOE, antes de que ambos partidos se fraccionaran. No hay mejor tándem para ofrecer equidad en un trabajo sociológico conjunto. Sólo se trataba de convencer a Podemos y a Ciudadanos de que ellos también podían confiar en el invento, puedo sospechar que ofreciéndoles algunas migajas de información confidencial, como en su día a Somos, cuando el socio o colaborador de Crespo, José Gabriel Ruiz, era secretario general de ese partido. Hablo, claro del CEMOP. Una empresa privada, pero avalada por su inserción virtual en el departamento de Ciencia Política, o como ahora se llame, de la Universidad de Murcia. La UMU como marca de prestigio; el CEMOP, a su amparo, como negocio de unos cuantos. Y el rector, José Luján, de involuntario pasmarote, sabiendo o haciendo como que no sabe, pero tragando quina, atado por las muy burocráticas cuerdas del estamento universitario, que nunca ponen en cuestión a quienes abusan de él o lo utilizan en su beneficio.

Se buscaba la omertá, y hay que decir que hasta ahora con cierto éxito. Si todos los partidos políticos y todos los medios de comunicación hacían la vista gorda, el CEMOP podría convertirse en el CIS regional, previo pago de su importe, y todos recibiríamos sus encuestas como si fueran la gracia de Dios.

En ese transcurso, como ha informado esta semana eldiario.es, Ismael Crespo ficha por el PP: le ofrece por 30.000 euros, con el eufemismo de Estudio sobre la imagen del Partido Popular en la Región de Murcia, un producto de tráking, sondeos permanentes, idéntico al que por 80.000 euros ha contratado el CEMOP con la Asamblea Regional para ofrecer barómetros periódicos sobre la evolución electoral más una encuesta de previsión del voto en la semana previa a las elecciones autonómicas, cuyos datos pertenecen teóricamente a todos los ciudadanos, aunque es previsible que deriven en el proceso de elaboración hacia otros postores, a la vista de que en esa empresa se trabaja a la par para el conjunto y para otras partes contratantes. Crespo se desvive a la vez para la institución pública que representa a todos los murcianos y para uno de los partidos con grupo parlamentario en esa institución. Maneja dos barajas en el mismo juego, y cobra de dos tapetes, a dos manos. ¿Cabe pensar que el conocimiento que adquiere por el contrato público es ajeno a la reventa particular al PP?

El presidente de los populares, Fernando López Miras, tenía hace unos día sobre su mesa la última vietnamita de las generales en Murcia: PP, 3-4; PSOE, 2-3; Ciudadanos, 1-2; Vox, 1-2; Podemos, 0-1. Y por esto su partido ha pagado 30.000 euros, cuando podía recurrir gratis total a cualquier voluntariosa especulación aproximada de las que aparecen a diario en la sección La Porra, de LA OPINIÓN. Pero ¿y si ese plus de información confidencial que le aporta el mismo sociólogo que aparece en la rueda de prensa que presenta los datos financiados por la Asamblea Regional pudiera condicionar el resultado del sondeo público a conveniencia del extra que paga uno de los partidos? Es legítimo que cualquiera piense que el CEMOP cumple con la Asamblea, pero ofrece al contratador particular paralelo datos más aproximados, como ya es evidente que esa empresa hace al distinguir a unos medios de comunicación sobre otros con análisis añadidos y particularizados, aunque financiados por todos los murcianos. Algo así como una estafa pública consentida.

El CEMOP es un chiringuito de amiguetes. Lo ha demostrado con copiosa documentación el sociólogo Juan Enrique Serrano Moreno (ya ofrecí hace meses en esta sección un apunte al respecto), cuando emitió ante la Universidad de Murcia un escrito de recusación contra el tribunal universitario que pretendía la contratación de un profesor aupado por sus mentores y colaboradores del departamento en que se inscribe, todos ellos integrados en el instituto demoscópico. Sobre Ismael Crespo, que encabeza el tribunal, el recusador alega que es director de la revista Más poder local, de la que es editor el aspirante, cuyo currículo básico lo constituyen sus publicaciones en esa revista, además de que ambos son coautores del Manual de herramientas para la investigación de la opinión pública. Por si fuera poco, en su alegación, Juan Enrique Serrano apunta que «cabe señalar que la directora de tesis del aspirante, doña Antonia Martínez, también es miembro de la comisión de selección, es y ha sido estrecha colaboradora de larga duración del recusado», y hasta ahí se puede contar. Una de las frases más llamativas de la recusación es la que indica que Crespo «tiene un evidente interés en el asunto, pues directa o indirectamente está valorando su propio trabajo». La endogamia universitaria consentida e impulsada por el silencio y la complicidad de quienes se arropan en toda la gama de poderes. Y ya, respecto al resto de integrantes del tribunal, la recusación es obvia. Se dice documentalmente de unos y otros: «Comparte actividad profesional con el aspirante en el seno del CEMOP, y forma parte del Consejo de Redacción de la revista Más poder local»; «comparte actividad con el aspirante en el seno del CEMOP»...

Observará el lector que he eludido el nombre del privilegiado aspirante. Da igual. Baste decir que se trata de una persona de la máxima confianza del líder del PSOE, Diego Conesa. Así es como se cierra el círculo. Todos en el mismo saco, todos condicionados a similares intereses. Y mientras tanto, manejando a unos y de otros, hay quienes se lo montan tratando de hacernos creer, además, que están haciendo un gran servicio a la Región. Serán capaces, además, de acertar en las encuestas, con lo cual su averiada mercancía todavía brillará falsamente más sobre la cochambre.