Dicen que se paseaba sin velo por la calle y que llevaba sus versos bordados en las mangas de vestidos y túnicas: «Por Alá, que merezco cualquier grandeza y sigo con orgullo mi camino», «Doy gustosa a mi amante mi mejilla y mis besos para quien los desea».

Es la más conocida de las poetisas andalusíes aunque de ella solo se conservan nueve poemas; Wallada bint al-Mustakfi forma parte de un reducido grupo de mujeres que usaron la poesía para expresar con libertad lo que pensaban y sentían.

De las miles de biografías de sabios andalusíes que se han conservado, 116 son de mujeres. La mayoría proceden de familias cultas de Córdoba, Sevilla y Granada; otras, las menos, son esclavas, pero todas ellas, de diferentes maneras, cultivaron el saber y participaron en la transmisión del conocimiento. Algunas destacaron en el campo de las ciencias o en jurisprudencia, otras en música, canto o literatura.

De este grupo, dependiendo de los estudios, se han catalogado entre 33 y 44 poetisas que vivieron entre el siglo VIII y el XIV, siendo Hassana at Tamimiyya, que vivió en el siglo VIII, la poetisa andalusí más antigua que se conoce.

Pero es en el siglo XII cuando el número de poetisas andalusíes aumenta significativamente, coincidiendo con el auge de las poetas occitanas, las trobairitz, que al igual que las poetisas andalusíes logran visibilizar a las mujeres como creadoras de gran calidad literaria.

Parece que la explicación a este hecho estaría relacionada con la aparición de una nueva dinastía gobernante, los almohades, cuyas mujeres gozaban de una mayor autonomía y libertad en cuanto a la creación literaria. Algunos estudios defienden que la atmósfera de convivencia de las tres culturas en al-Ándalus habría dado lugar a una mayor tolerancia hacia las mujeres y su intelectualidad; otros, ven una clara influencia de occidente en la sociedad musulmana.

Se deduce por las fuentes que la mujer andalusí tenía una singular libertad y no estaba recluida como en el resto del mundo islámico, sino que gozaba de una mayor consideración social que facilitó la aparición de importantes poetisas. A esto hay que añadir que la poesía gozaba de gran reconocimiento en la sociedad hispanomusulmana y que las mujeres nobles andalusíes tenían opción a la educación; leían el Corán y a los clásicos árabes.

Muchas de ellas se dedicaron a la enseñanza y las que tenían una buena caligrafía se convirtieron en copistas, como Lubna de Córdoba que destacó, además, en gramática, matemáticas y poesía. Decía Al-Maqqari, historiador del siglo XVI, que «la superioridad literaria en al-Ándalus es como el instinto y la poseen hasta las mujeres y los niños».

Muchas de estas poetisas fueron respetadas en su época y por biógrafos posteriores. Nazhun bint al-Qala'iyya participaba en reuniones con poetas en la casa del gobernador de Granada y se mostraba orgullosa de su poesía porque, «aunque es obra de una mujer, tiene el mismo vigor que la de los hombres»; Hafsa bint al-Havy ar-Rakuniyya, de la que se conservan diecisiete poemas de gran calidad literaria, «fue única en su tiempo por su belleza, elegancia, cultura literaria y mordacidad» ( Ibn Al Jatib, poeta del siglo XIV); Wallada organizó tertulias reuniendo a los escritores más importantes de su época con los que competía en igualdad de condiciones; Muhya bint al-Qurtubiyya parece que tuvo mucha aceptación entre los poetas satíricos; Aisa bint Ahmad no tenía igual entre las mujeres de su tiempo «en capacidad de comprensión, en dotes poéticas y retóricas, en virtud, elocuencia y buen juicio», según el historiador hispanomusulmán Ib Hayyan, contemporáneo de la poetisa.

De todas formas, aunque los estudios consultados coinciden en asociar la existencia de estas poetisas al grado de emancipación femenina en al-Ándalus, está claro que se trata de mujeres excepcionales con una gran cultura literaria y que, aunque destacaron en su tiempo, ninguna de ellas publicó su diwan, colección de poemas y no existen antologías que recojan su obra, como sí ocurrió con los varones. Por esta razón, las personas dedicadas a la recuperación y estudio de sus obras se han enfrentado a numerosos problemas antes de poder identificar a las 34 poetisas, que hoy conocemos.

Los más de cien poemas que nos han legado tratan en su mayoría el tema erótico-amoroso, panegírico y la sátira. Algunos de ellos, tanto los de poesía amorosa como los poemas de corte satírico, son diálogos con otros poetas o con otras poetisas. Cabe destacar los diálogos entre Wallada y su amante, el poeta Ibn Zaydun, y los de Nazhun con el poeta ciego Al-Majzumi.

Si hablamos de estilo, la única comparación de la poesía de las mujeres con la de los hombres andalusíes se la debemos a la especialista en literatura semítica, Celia del Moral. En su opinión no hay diferencia, desde el punto de vista formal, entre las creaciones; ambas representan la poesía clásica tradicional: uso del árabe culto, misma métrica e imágenes poéticas. Sin embargo, la poesía femenina es más sincera, menos convencional, más espontánea, sin adornos ni falsa retórica. Además, los poetas dedican una atención especial al físico de la mujer mientras que las poetisas utilizan la descripción física de forma breve y excepcionalmente.

Llama la atención que estas características diferenciadoras coincidan con las que se ven entre trovadores y las veinte trovadoras conocidas de Occitania.

En la Murcia islámica también tenemos constancia, gracias a unas seis biografías femeninas, de la existencia de mujeres excepcionales relacionadas con la cultura, de las cuales solo dos son consideradas escritoras, ambas del siglo XII y durante el mandato de Ibn Mardanish, el Rey Lobo de los cristianos.

Fathuna, es la autora de una obra sobre esclavas cantoras de al-Ándalus y Amat al-Rahman, más conocida como Umm Hani, escribió una sobre tumbas y otras sobre plegarias. No hay constancia de que fueran poetisas, aunque se sabe que Umm Hani recitaba y enseñaba.