Mientras que aquí, el Gobierno Sánchez aprobaba una nueva regulación de los alquileres que, según los expertos del sector conducirá a una disminución de la oferta y a un aumento del 10% en los precios, una Plataforma alemana está exigiendo que el gobierno de la ciudad expropie a los fondos de inversión miles de viviendas para ofrecerlas en alquiler a precios sociales. Me parece más coherente y mucho mejor planteada esta segunda solución.

Y es que las políticas socialdemócratas no son ni chicha ni limoná. Al final, con la pretensión de ayudar al débil (sea inquilino o trabajador) frente al opresor (el arrendador o empresario) siempre se quedan a mitad de camino, con lo que perjudican a ambas partes. El fracaso del comunismo tuvo que ver con dos factores básicos: fue utilizado por dictadores sin escrúpulos para amasar un inmenso poder y purgar a sus enemigos y también con que el comunismo no dejaba de ser una utopía que, en realidad, generaba mucha más pobreza que riqueza.

Si se trata de una competición a ver quien tiene más presupuesto para acumular armas e imponer su voluntad (lo que fue la Guerra Fría en definitiva), el comunismo lleva todas las de perder. Pero si eliminamos de la ecuación la competición armamentística y el imperialismo expansivo, tendrás un sistema bastante razonable que proporcionará a todo el mundo una vivienda digna y unos ingresos mínimos. También proporcionará algunos caminos para el progreso personal y el enriquecimiento, por la vía de la militancia en el partido único, pero nada parecido al nivel de corrupción que hoy vemos en Rusia, con su oligarquía depredadora y su sistema de capitalismo de amiguetes.

No me gustaría vivir en una economía donde el Estado poseyera todos los bienes de producción, pero es porque yo siempre me he sentido capaz de salir adelante en un entorno de libertad de mercado y libre emprendimiento. Pero tampoco me gusta vivir en una economía intervenida por políticos populistas que solo toman las medidas necesarias para arreglar el país cuando se las impone una autoridad superior, como es el caso de nuestro país con Bruselas. Recuérdese las disparatadas políticas de Zapatero y su sometimiento final a la disciplina implacable de los mercados.

Aún con el control de la Unión Europea, nuestros políticos de derechas e izquierdas (todos socialdemócratas con ligeros matices) han disparado el déficit público y mantienen una administración altamente ineficiente. Cuando el precio no regula el mercado, y las cosas son gratis, aparecen las colas. Afortunadamente, no hemos llegado al punto de que aparezcan enormes colas en los supermercados, típicas de la era soviética, pero van aumentando las colas en la sanidad pública, que viene a ser el mismo efecto para una causa parecida, aunque menos dramático.

El pecado capital que mueve al capitalismo es la codicia. Alguien es emprendedor porque espera conseguir riquezas para él y su familia. No te creas la milonga del emprendedor vocacional. Uno puede ser cura o alpinista por vocación, pero alguien es emprendedor porque no se conforma con la pasta que ganaría como empleado de otro emprendedor.

Las motivaciones que mueven al comunismo son la necesidad de seguridad personal y la envidia. Sí, la envidia. Lo que cabrea íntimamente a la gente no es que ellos posean más o menos (eso de soñar con hacerse rico solo sirve para estimular el vicio del juego o para la publicidad de la ONCE). A partir de un momento de la vida, aceptas que sirves para lo que sirves y te ha tocado en la baraja las cartas que te han tocado. Pero lo que irrita a cualquiera es ver cómo alguien se hace rico sin que sepamos muy bien las razones diferenciales para que ellos sí y nosotros no, o aunque las sepamos. Así que siempre oirás a los comunistas hablar de desigualdad, que es lo que estimula las pasiones de los desfavorecidos. Da igual que sea frente a la élite del 1% de Estados Unidos o a la más moderada del 10% en Europa.

La motivación positiva del comunismo, por otra parte, es la seguridad personal. ¿Qué emprendedor no se ha arrepentido de serlo en lugar de haber optado a un puesto funcionarial durante la terrible crisis que hemos atravesado?. No conozco ninguno, y es lógico. Los funcionarios se indignaron porque les quitaron alguna paguilla que después le han devuelto. ¡Menuda afrenta! Conozco muchos emprendedores que perdieron toda su fortuna y patrimonio, y/o se condenaron a pagar deudas de por vida arrollados por una crisis en la que ellos no tuvieron responsabilidad.

Pues sí, el comunismo es un sistema altamente coherente y no dudo de que tendrá nuevas oportunidades en el mundo del mañana, aunque preferentemente en Estados pequeños y en comunidades utópicas. Siempre habrá gente dispuesta a apuntarse a las rentas únicas o, en su defecto, a la comida y vivienda gratis. Pero por favor, que sea para todos y para siempre. Eso de fomentar una aparente economía de mercado para tratar a continuación a los que generan riqueza como a vacas lecheras a las que hay que ordeñar y sangrar para obtener proteínas, mejor que no. O todos funcionarios del Estado, o ninguno. Y no compro el argumento de las oposiciones y un empleo para toda la vida. Por algo la naturaleza inventó la obsolescencia del ser humano, y es porque la capacidad personal se deteriora con el tiempo. ¿Por qué se le supone al funcionario la competencia permanente hasta una gloriosa jubilación?

No creo que a nadie que haya visto la película Goodbye Lenin le suenen a extraños estos argumentos. Sin disfrazar la realidad ni un ápice, los protagonistas de esta hermosa película nos hacen entender el lado positivo que tenía el comunismo, que lo tenía. El problema no es el comunismo, el problema es la socialdemocracia, que es una solución de compromiso que genera más problemas de los que resuelve. Acuérdate de lo que te estoy diciendo cuando te encuentres con la desagradable sorpresa de que tu propietario utiliza cualquier excusa para no renovarte el alquiler.