¿Podemos prescindir de los animales para alimentarnos o es necesaria la ingesta de carne y derivados de origen animal para gozar de buena salud? La doctora Melanie Joy, profesora de psicología y sociología en la Universidad de Massachusetts, nos habla del mito de las tres 'N', el cual perpetúa el consumo de animales y lo hace ver como 'normal', 'natural' y 'necesario'. Veamos cómo estos tres adjetivos no se adecúan ni justifican al carnismo, esto es, el sistema de valores y creencias invisible que nos hace consumir unos animales determinados sin cuestionarnos por qué lo hacemos y qué conlleva este hecho, ni a la inmensa industria que a nivel mundial lo promueve.

Perpetuando los mitos.

Como sostiene Joy en su obra Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas, los creadores de los mitos son las instituciones que constituyen los pilares del sistema y las personas que las representan. Estos mitos invisibilizan lo que estas falsas creencias suponen no hablando de la cuestión que quieren ocultar. Pensemos en lo siguiente: ¿A cuántos de nosotros se nos ha planteado en cualquiera de los tres principales agentes socializadores, escuela, familia y medios de comunicación, el cuestionamiento del carnismo? Si como manifiesta Melanie Joy, el objetivo práctico del mito es legitimar el sistema y este sistema está obteniendo grandes beneficios de la industria cárnica, raramente se nos va a facilitar el acceso a una ideología distinta a la mitificada en el que juegan un papel fundamental las tres 'N'. Pasemos a ver en qué consisten.

Normal: Se suele justificar el consumo de carne apelando a que es lo normal. La normalidad no solo muestra cómo actúa la mayoría, sino que implica una función prescriptiva: tiende a identificarse con la pauta de conducta socialmente aceptable. Esto es lo normal porque es lo que hace la mayoría es la falacia conocida como ad populum y a cualquiera que se salga de los límites de actuación comunes se le cuestiona y se ve obligado a justificar constantemente sus alternativas éticas.

Natural: La creencia de que el consumo de carne es natural se debe a que durante dos millones de años ésta ha formado parte de nuestra alimentación, a pesar de que durante este tiempo nuestra dieta fue en mayor cantidad vegetariana. El proceso de naturalización del carnismo apela a una base biológica en la que el ser humano se ha autoproclamado soberado de la cadena alimenticia, del mismo modo en que hace no muchos años se consideraba natural que la mujer fuera inferior al hombre, que la 'raza' aria era biológicamente superior al resto de etnias o que la naturaleza de los hombres y mujeres negros era la de la esclavitud. Estas afirmaciones han estado apoyadas por la religión o por la ciencia de la época, igual que ocurre a día de hoy con el carnismo.

Necesario: El mito de que la carne de animal es necesaria para nuestra salud ya ha sido desmontado por organizaciones como la ADA (American Dietetic Association), la cual ampara las dietas tanto vegetarianas como veganas en cualquier etapa de la vida. Además, la Organización Mundial de la Salud, en su comunicado de prensa emitido el 26 de octubre de 2015, avisa de que la carne procesada es cancerígena y perjudicial para nuestra salud, del mismo modo la carne roja (la que proviene de la vaca, cerdo, caballo, cordero o cabra) es potencialmente cancerígena para los humanos. Veamos las palabras de la ADA respecto al veganismo y vegetarianismo:

La posición de la Asociación Americana de Dietética dice que las dietas vegetarianas apropiadamente planeadas, incluyendo las dietas totalmente vegetarianas o veganas, son saludables, nutricionalmente adecuadas y pueden aportar beneficios para la salud en la prevención y el tratamiento de ciertas enfermedades. Las dietas vegetarianas bien planeadas son apropiadas durante todas las etapas del ciclo vital, incluyendo embarazo, lactancia, infancia, niñez y adolescencia, y para atletas.

Conclusión. Retomando la pregunta que planteábamos sobre el consumo de animales, podemos afirmar que la respuesta es negativa porque no están a nuestra disposición bajo ningún concepto como si de objetos de tratase, sino que no está justificado el trato que reciben a lo largo de su vida y el trágico final que les aguarda por el mero privilegio de nuestro paladar.

No sería legítimo alegar que comer carne es una decisión personal en tanto que afecta a la vida de terceros y, desde luego, no es justificable apelando a su normalidad, naturalidad y necesidad, pues sería caer en una explicación mitificada ya desmontada a día de hoy por cualquier discurso racional.