El pasado 19 de marzo Karen Uhlenbeck se convirtió en la primera mujer que consigue el Premio Abel concedido por la Academia de Ciencias y Letras de Noruega. Este galardón, considerado como el Nobel de las Matemáticas, no había sido hasta hoy obtenido por ninguna mujer. Algo parecido a lo ocurrido con la Medalla Fields, un galardón internacional que se concede a los descubrimientos más sobresalientes en el campo de las matemáticas y que fue concedido por primera vez a una mujer en el año 2014, la matemática iraní Maryam Mirzakhani.

Que en todos estos años solo dos mujeres hayan conseguido estos galardones puede llevar a preguntarnos si son las matemáticas una disciplina que nos está vedada a las mujeres o si ocurre en esta ciencia como en otros campos y las mujeres seguimos siendo silenciadas y que todavía cuesta que nuestros logros en este campo sean reconocidos tanto por el estamento académico como por la sociedad.

Mujeres científicas ha habido en todas las etapas de la historia y en el campo de las matemáticas también han estado representadas. La primera de ellas fue Hipatia de Alejandría, en el siglo IV d.C., que con su trabajo dio un impulso decisivo al álgebra, creando unos signos matemáticos que simplificaban y agilizaban las operaciones y los cálculos.

Otra matemática pionera fue Sophie Germain, (1776-1831), quien, para poder estudiar tuvo que presentar su trabajo de ingreso en la Escuela Politécnica bajo un seudónimo masculino.

La primera mujer matemática 'profesional' fue Sofía Kovalevskaya (1850-1891), cuya determinación para estudiar la llevó a abandonar Rusia ya que en este país las mujeres tenían prohibido asistir a la universidad. En 1888, la Academia de Ciencias de París le concedió el Premio Bordin, una de las más grandes distinciones científicas que una mujer había recibido nunca. Sobre su vida, la escritora Alice Munro escribió un hermoso relato titulado Demasiada felicidad.

Como en otros campos, en la ciencia también existe el 'techo de cristal'. Según algunos estudios las mujeres que se dedican a la ciencia tienen más dificultades para encontrar financiación en sus proyectos de investigación y su candidatura para ocupar puestos de relevancia es mucho menos valorada que la de un hombre.

Cuando hace cincuenta años la profesora Uhlenbeck buscaba su primer empleo como matemática, le dijeron, según narró ella misma en un libro, que «nadie contrataba a mujeres porque las mujeres debían estar en casa y tener bebés». Compatibilizar la labor investigadora y la familia sigue siendo una asignatura pendiente para muchas mujeres que se dedican a la ciencia. Se prefiere contratar a hombres, que no se quedan embarazados ni van a ralentizar sus investigaciones por tener que cuidar de sus hijos.

Existe una falta de confianza entre las niñas que se creen menos capaces que los niños en las disciplinas científicas. Muchos estudios realizados entre niñas y adolescentes señalan que éstas se consideran menos capacitadas que los niños para dedicarse a las matemáticas o las ingenierías, disciplinas que desde siempre se han identificado como 'masculinas'. Para revertir esta imagen es necesario que conozcan la historia y los logros de estas mujeres, dotándolas de referentes. De este modo daremos un paso enorme en el camino para alcanzar la igualdad plena.

La concesión del Premio Abel a Karen Uhlenbeck es una oportunidad para que las mujeres se autoricen como científicas de alto nivel. Según sus propias palabras: «Espero haber contribuido, a mi manera, junto a otras personas, a abrir puertas cerradas y a mantenerlas abiertas de par en par».

Las matemáticas son una ciencia en la que no se requiere de ningún instrumento, solo es necesario utilizar una cabeza para pensar. Y, afortunadamente, eso es algo que podemos hacer tanto hombres como mujeres.