Un pueblecito de 850 habitantes de la provincia de Palencia se ha convertido en foco de la actualidad estos días porque alguien anda regalando billetes de cincuenta euros de forma anónima. La verdad es que de vez en cuando es bonito que temas como este nos saquen, aunque sea por unos minutos, de las noticias trascendentes. Entre tanto Brexit, juicio del procés y la eterna precampaña electoral, se agradecen otro tipo de noticias.

En Villarramiel, en realidad, no tienen muy claro si están agradecidos por tales presentes o si lo que deben estar es asustados. Cerca de una veintena de vecinos ha recibido en su domicilio uno de esos sobres con billete. En el buzón, bajo la puerta o en la cesta de la bicicleta; de día o de noche, sin patrón alguno, han ido apareciendo. A priori, a nadie le amarga un dulce, pero no se vayan a creer; la mayoría de los 'agraciados' está más temeroso que agradecido. Lo cual dice mucho de cómo somos como sociedad, que nos cuesta creer que simplemente alguien regale algo por regalarlo.

Soy de las que se suma a la teoría de que, probablemente, tras este arranque de generosidad se esconde alguna campaña de publicidad o mensaje premeditado y pensado concienzudamente por creativos con algún fin concreto. Supongo que ahora mismo, y hasta que se desvele, estarán pasándolo genial viendo que su idea ha conseguido captar la atención de todo el país. Así que, como ven, yo también soy de las que no tiene mucha fe en que los regalos sean solo regalos.

Las reacciones de los vecinos que han recibido el dinero han sido variopintas, pero se resumen principalmente en que la mayoría de agraciados o bien ha ido al cuartel de la Guardia Civil a avisar de lo que había pasado, temerosos de formar parte de algún tipo de delito o conspiración; o bien se han acercado al banco, para comprobar que no se trataba de una falsa moneda. Por lo que cuentan las crónicas y la alcaldesa, sobrepasada por tanto revuelo y por no poder dar una respuesta a sus vecinos, casi nadie ha visto un gesto altruista.

Ojalá nos equivoquemos los escépticos y estemos ante la generosidad de alguien a quien le ha tocado un pellizco a la lotería o una herencia inesperada y ha decidido compartir parte de esa fortuna con los vecinos que le han ayudado alguna vez o con quienes siente que está en deuda por algo. «A la señora María por darme siempre un poco de pan con chocolate cuando era pequeño; a don Roberto, por reñirme cada vez que me veía perder el tiempo y obligarme a hacerme responsable; a Josefina por sonreírme siempre que nos cruzamos por la calle, aunque haya tenido un mal día€». No sé, puestos a imaginar, me apetece imaginar a alguien agradecido porque sí, que ha decidido repartir un poco de alegría entre sus vecinos. Lo veo poco probable, pero, ojalá. Sería una pequeña cura a la desconfianza general.

Por el momento, nadie tiene una explicación pero el refranero popular anda en la cabeza de todos. Del 'nadie da duros a pesetas' hay quien pasa al 'a caballo regalado no le mires el diente'. Entre la racionalidad y la confianza se mueve este pequeño pueblo palentino y todos los que se han acercado a él gracias a los medios de comunicación.

Estoy segura de que no tardaremos mucho en conocer la respuesta correcta para este misterio.