Italia es una tierra para nosotros fraternal, con quien hemos compartido, y compartiremos, los episodios decisivos de la historia europea. Con alegría e interés recibimos bellas postales italianas, que leemos hermanados con el hermoso país donde también 'florece el limonero' según los célebres versos de Goethe.

Entre países tan afines, cabe esperar una preocupación mutua y una recepción cuidada y atenta de las noticias que llega de ambos países, incluidas las crónicas de sucesos, aparentemente excepcionales. Por ello merece la pena acudir a la figura del veterano periodista Ezio Mauro quien con su libro El hombre blanco se detiene a examinar como estudio de caso el reciente intento de asesinato de varias personas de color tiroteadas por un joven 'lobo solitario' movido tanto por los mensajes de extrema derecha a los que había prestado oído como por el odio y el rencor hacia los inmigrantes a quienes hacía responsables del deterioro de las condiciones de vida de la población italiana. El caso de Luca Traini, y el de los ataques de Macerata ha supuesto un auténtico golpe traumático en la sociedad italiana, tras contemplar cómo el homicida recibió la comprensión e incluso la aprobación de un sector considerable de la población, atemorizada por los supuestos vínculos que unían a los 'invasores' extranjeros con la delincuencia, el tráfico de drogas y las muertes de jóvenes a causa de delitos violentos.

Ezio Mauro, lejos de entonar el tono lastimero de un pesimismo elegante pero estéril, realiza una brillante disección del caso, con buen oficio periodístico, al tiempo que no pierde de vista el contexto italiano y europeo en el que las concepciones tradicionalmente sólidas de los sistemas políticos se tambalean e incluso se diluyen con el afloramiento de concepciones más antiguas que el más antiguo de los sistemas políticos, como son las fuerzas de la alteridad y del odio al diferente, la exaltación y construcción mítica de una identidad nacional excluyente y violenta como resultado del deterioro de las condiciones de vida en los elementos sociales más débiles y en el desarraigo generalizado de los más jóvenes.

No se trata de una excepción en el panorama intelectual italiano. La gravedad de la cuestión ha sido abordada recientemente desde otros puntos de vista. El problema del racismo mereció la atención del conocido director de cine y novelista Vittorio Schiraldi en dos ocasiones recientes, con las novelas Huésped no deseado (2015) y La raza superior (2017). En la primera de ellas explora los vínculos inesperados entre un joven senegalés y otro italiano; en la segunda, trata de descender a las raíces del racismo europeo a través de la historia de una familia a lo largo de varias generaciones. El célebre ensayista Luigi Zoja ha afrontado el problema en su estudio Paranoia. La locura que hace la historia (2011) y más recientemente publicó con Omar Bellicini En el interior de la mente de un terrorista (2017).

El paisaje italiano guarda más similitudes con el español si examinamos la violencia de género como lacra social y vemos la forma cómo la escritora Cristina Comencini lo aborda examinando el contexto social que hace posible la existencia de un maltratador y feminicida (que pese a todo crea que ama a su víctima) en su obra La quería más que a su vida (2012), observaremos de nuevo interesantes paralelismos en nuestras dos sociedades, y cómo las ramas del odio hacia la mujer o hacia el diferente y el extranjero, nacen en realidad del mismo tronco.

Quizá por ello, voces moderadas y de una capacidad analítica extrema, como la de Ezio Mauro deban ser tenidas en cuenta para afrontar los años salvajes que nos aguardan, protagonizados tanto por un virulento populismo social, como por un renacer del derechismo identitario, de tan profundos instintos como baja estofa, y por una peligrosa depreciación del sano intercambio de opiniones; años, en fin, en los que podemos llegar a ver cómo triunfa la intolerancia con distintos grados de violencia verbal y fáctica.

Y esto, por desgracia, no parece que sea exclusivo ni de España ni de Italia.