Alguna vez he escrito, en algún poema que camina por ahí como caminan siempre los poemas, sin ir de la mano de nadie pero yendo de mano en mano, alguna vez he escrito, decía, que la belleza no tiene más defensa que la belleza. Hay cosas, las muy importantes, las imprescindibles, que solo se tienen a sí mismas. Así, por ejemplo, el lenguaje. Toda ciencia (las severas matemáticas, la etérea química, la siempre misteriosa astronomía) se explica con el lenguaje, todas menos el lenguaje, que solo se tiene a sí mismo para explicarse y comprenderse.

Y así también la cultura, la pobre cultura, siempre en boca de todos y solo en el alma de unos pocos. La cultura nada más se tiene a sí misma para defenderse de la intemperie, de lo incomprensible, de lo absurdo, de todas esas cosas que la agreden constantemente, sin descanso, casi con ensañamiento.

De modo que a cada poco se ve uno en la necesidad de empuñar una columna para defender la cultura, ese espacio en el que ha ido gastando (y llenando, valga la contradicción) su vida. Y en este transcurrir he tenido la desgracia de ver cómo dejaban caer al vacío una buena parte de los papeles en los que he escrito, esos en los que me he dejado el alma palabra a palabra. Cayó mi viejo El Diario de la Costa del Sol, donde empecé hace ya tanto tiempo, y cayeron también El Sol, y Tiempo, y ahora se cae, por lo visto, Mercurio, que es una revista sabia porque habla de libros y de literatura, esas cosas que, como el lenguaje, precisan de la palabra para explicar la palabra, para orientarnos en ella.

Después de una docena de años llevando gratuitamente a todas las librerías y bibliotecas de España una labor crítica de calidad, con independencia y pluralidad de sellos editoriales, la Fundación Lara, del grupo Planeta, se plantea el cierre de Mercurio.

Uno no sabe de motivos, claro, y nunca alcanza a comprender del todo, pero no me puedo imaginar cuáles son las razones que llevan a desprenderse de una publicación que da en prestigio, en influencia y en reputación muchísimo más de lo que seguramente cuesta producirla. Y tampoco entiendo cómo no hay una marea de voces de la cultura clamando contra este desastre que a todos nos atañe.

En ocasiones el mundo se vuelve un clamor cuando desaparece una especie rarísima de escarabajo, o se deshiela un gajo más de la Atlántida, o arde un bosque, todo ello tragedias irreparables. Pero no lo es menos que caiga una revista que nos alimenta de cultura, que nos hace más libres y más humanos, que nos ayuda tanto a vivir en este a veces incomprensible planeta.