Es la mujer mala por naturaleza? ¿tienen las mujeres capacidades físicas e intelectuales comparables a las de los hombres? ¿se les debe permitir el acceso a la educación? ¿son las mujeres sexualmente voraces, engañosas e inmorales?

Estas son algunas de las preguntas planteadas por eruditos de las cortes europeas en el debate que se desarrolló durante más de trescientos años, del siglo XV hasta finales del XVIII. La querelle des femmes, nombre que recibe este debate, se basaba en los supuestos tradicionales sobre la inferioridad de la naturaleza femenina y en la necesidad de controlar y subordinar a las mujeres. La naturaleza de la mujer, si esta puede y debe ser educada, el establecer o negar la igualdad entre hombres y mujeres, serán los temas centrales de este debate largo y profundo, especialmente a nivel literario y filosófico.

La mayoría de los que debatieron la igualdad, o desigualdad, trataron de demostrar la inferioridad natural de las mujeres con el fin de establecer el lugar que debían ocupar en el orden social, es decir, en la familia, en la política y en la cultura.

También hubo muchas voces, masculinas y femeninas, contra los argumentos misóginos de estos y otros autores que arraigaron en la universidad y en las cortes europeas, prolongando el debate varios siglos. Pero lo que diferencia este debate de los anteriores es la participación de las mujeres.

Aunque se ha dicho que fue con la intervención de Christine de Pizan cuando se inicia realmente el debate sobre cuestiones de género, seguramente se iniciaría antes, pero fue Christine quien lo llevó al dominio público, siendo la primera que veía su propia experiencia como prueba de que las mujeres, igual que los hombres, tenían mentes racionales y podían beneficiarse de la educación; la diferencia entre sexos tiene un carácter social y arbitrario.

Muchas otras escritoras compartieron la creencia de que hombres y mujeres pueden destacar de igual manera si tienen la misma educación. La idea del poder de los libros y del difícil acceso de la mujer al conocimiento están presentes en las obras de escritoras como Catherine des Roches, Hélisenne de Crenne, Marie de Romieu, Marie de Gournay, Teresa de Cartagena, Isabel de Villena y Margarita de Navarra, entre otras.

Durante el debate, algunos textos 'dialogan' entre sí, se responden el uno al otro. Así, Christine y Martin Le Franc responden al Roman de La Rose de Jean de Meung, al igual que Lucrecia Marinella responde al discurso misógino de Giuseppe Passi.

Entre los defensores de las mujeres cabe destacar, además de a Martin Le Franc, a Poulain de Barre quien afirmaba que las ideas imperantes sobre la diferencia de los sexos y sobre la necesidad de excluir a las mujeres del ámbito de lo público era el «más arraigado de los prejuicios»; al filósofo Heinrich Agrippa von Nettesheim, quien se pronunció sobre la superioridad teológica y moral de las mujeres, a Jean Bouchet y a Symphorien Champier.

¿Qué provocó esta disputa?

¿Qué provocó esta disputa?Parece que hay unanimidad en relacionar su inicio con la aparición, a finales del siglo XIII, de la segunda parte del Roman de la Rose, obra profundamente misógina que promueve la idea de una mujer perezosa, lujuriosa y derrochadora, y que extendió la polémica, ya existente, entre admiradores y detractores de las mujeres. La obra se convirtió en una de las más leídas de la época, un best-seller de elevado coste en aquellos tiempos; en Francia se han encontrado unos cien ejemplares, pergaminos escritos a mano.

Sin embargo, parece difícil de creer que una sola obra fuera la causante del estallido de un debate de esta amplitud.

También la Iglesia reavivó la misoginia con la proliferación de textos que, aunque de uso interno, presentaba a la mujer propensa a toda clase de tentaciones y causante del pecado original, la puerta del diablo, y que tenían como objetivo alejar a los clérigos de las mujeres.

Y aunque el peso de la Iglesia es innegable, tampoco parece suficiente para explicar el estallido de la literatura misógina en esta época. Otra explicación podría ser que los textos misóginos surgieran como reacción a la literatura cortesana, a la poesía trovadoresca que convierte a la mujer en objeto de veneración.

El inicio de la querella también pudo ser una respuesta a las acciones de mujeres que manifestaron un pensamiento propio y que rechazaron la sociedad patriarcal del momento; mujeres como las brujas, las místicas o beguinas, que no se conformaron con los roles establecidos; mujeres que vivieron en espacios de libertad.

Además, podría tener relación con el poder y los derechos que algunas mujeres habían adquirido en la época de las Cruzadas al presidir juicios, sentenciar pleitos, administrar grandes propiedades, incluso reinos. Muchas de estas mujeres, señoras feudales, abadesas y reinas, demostraron sus brillantes aptitudes intelectuales y la fuerza de su carácter.

Pero más allá de las acciones que algunas reinas o un grupo de mujeres libres pudieran realizar, lo que generó inquietud entre los hombres fue la idea de que el poder pudiera ser ejercido también por las mujeres. La presencia de mujeres en la cultura, en la política, en la religión, podía alentar a más mujeres demostrando que éstas podían alcanzar los más altos rangos en la sociedad.

Parece, además, que este avance de la mujer en los siglos XII y XIII hacia una libertad y autonomía que no estaban bien vistas, causó la difusión de la teoría de la 'polaridad entre sexos' de Aristóteles, cuyas obras se convirtieron de obligada lectura en el siglo XIII en la universidad de París y desde allí se extendió a otras universidades europeas.

¿Podemos dar por finalizada la discusión?

¿Podemos dar por finalizada la discusión?La querella, fue 'oficialmente' zanjada con la Revolución Francesa, pero como decía Simone de Beauvoir, «no parece que las voluminosas estupideces vertidas en el curso de este último siglo hayan aclarado mucho el problema. Por otra parte, ¿es que existe un problema?».