No formo parte de ningún partido político. Mi 'partido', si así se le puede llamar, es la defensa y promoción de los derechos humanos. Mi programa de vida es la ética social, y como cristiano, el evangelio de Jesús. Desde esta opción existencial escribo estas líneas en un momento de crispación preelectoral, con la esperanza de ofrecer un modesto aporte a la actividad política.

Estamos inmersos en una crisis ética manifestada tanto en el campo de la economía como de la política. La palabra 'política' está muy desprestigiada. Las expresiones de la calle son 'la política es sucia', 'todos son corruptos y mentirosos', 'los candidatos ofrecen promesas durante las campañas electorales que después no cumplen', 'quieren el poder para enriquecerse a costa del pueblo', 'todos son iguales'?

La política partidista sufre en la actualidad una alarmante falta de credibilidad por parte de la población. La razón es la carencia de ética. Esto se refleja en los múltiples y escandalosos casos de corrupción de altas personalidades de la vida pública tanto económica como política, en la falta de respeto al diferente, la intolerancia, la utilización de mentiras, la estigmatización del adversario político para descalificarlo, las luchas de poder, la injusta distribución de la riqueza, los continuos desahucios y falta de vivienda social, la carencia de sensibilidad frente al sufrimiento de los pobres y el persistente olvido de los derechos humanos, sociales, económicos y ambientales.

Hay candidatos que en vez de presentar propuestas concretas en orden a la búsqueda del bien común, se dedican a insultar a dirigentes de otros partidos para abrirse paso hacia el poder. De esta manera incendian el ambiente social, lo polarizan y lo intoxican con mensajes de crispación y de odio.

Han entrado en la dinámica de la difamación como arma política, lo cual repercute en toda la sociedad, generando fanatismo partidista en unos y desconfianza, desinterés y apatía en otros. Parece que ética y política son irreconciliables. Política sin ética es demagogia y no sirve para nada.

Sin embargo, «la política es digna de alabanza siempre y cuando se entienda como servicio a la comunidad y busque el bien común, tomando como preferencia a los más pobres» ( Pablo VI Evangelii Nuntiandi). Porque la política es el medio para transformar la realidad y trabajar por el bien de la comunidad local, regional, nacional o internacional.

La política con ética proyecta transparencia, honestidad, libertad de expresión y de organización, pasión por la justicia, servicio a la comunidad, solidaridad con los de cerca y con los de lejos, promoción del bien común, opción por los más desfavorecidos, igualdad de género, capacidad de diálogo y de negociación, cuidado del medio ambiente, respeto a los derechos humanos y desarrollo de la autonomía política frente a los mercados, a la banca y a sus directrices económico-financieras que solo buscan la ganancia de una élite. Los líderes políticos deben velar para que la economía esté al servicio del bien común, priorizando a los más empobrecidos. La ética en la política debe convertirse en abogado de las causas justas y en voz de los sin voz.

En el momento histórico que vivimos, la ética política exige solidaridad con aquellos migrantes y refugiados que huyen del hambre y de las guerras.

Es una vergüenza que en España y en Europa se les cierren las puertas, permitiendo que mueran ahogadas en el Mediterráneo más de 2.000 personas en el último año. Es un deber no solo humanitario sino también jurídico el acogerlos, porque ningún ser humano es ilegal, tal como señala la Declaración Universal de Derechos Humanos y los convenios y pactos firmados por España.

Por todo ello manifiesto que urge humanizar la acción política, para lo cual se requiere dirigentes que sepan:

-Realizar su gestión con transparencia y honradez, optando por los más excluidos, la superación de la desigualdad social y firmeza para oponerse a aquellas diatribas del mercado que tratan de imponerse por encima de los derechos humanos.

-Asumir el diálogo como medio para resolver conflictos y buscar soluciones a las necesidades locales, regionales y nacionales, en base al bien común y el respeto a la pluralidad.

-Respetar las instituciones democráticas, rechazando el uso de la fuerza para mantener el 'orden', la 'unidad' y la 'seguridad'.

-Favorecer el desarrollo de la conciencia crítica, para que la ciudadanía madure y opte conscientemente por una u otra opción política, sin fanatismo.

-Superar la forma de hacer política que observamos en la sociedad basada en discursos confrontativos con fines electoralistas que intoxican y generan una espiral de miedo y alienación.

-Excluir de los discursos y programas políticos todo tipo de discriminación social, racista, xenofóbica y machista.

-No utilizar la religión ni el nombre de Dios en vano (Segundo Mandamiento) con fines partidistas. Lo cual sería una profanación de la fe. La política debe ser aconfesional y siempre respetuosa con las distintas creencias religiosas.

-Recuperar la mística de la política para hacerla creíble y contribuir al desarrollo de la conciencia ciudadana. La política debe regresar a su esencia: humanizar este mundo.