Es un hecho incontestable que el auge de las reivindicaciones feministas en la actualidad es un movimiento imparable y que las voces que se alzan reivindicando la igualdad entre mujeres y hombres son cada vez más fuertes y numerosas. El movimiento feminista no es único, no debemos hablar de un feminismo, sino de feminismos. Las reivindicaciones y necesidades de las mujeres, si bien son comunes en todo el planeta, hay ámbitos y situaciones en las que aparecen sus peculiaridades.

Uno de estos ámbitos es el mundo rural, un espacio en el que el patriarcado se muestra más arraigado. Es en los pueblos pequeños y en las sociedades rurales donde los estereotipos de género más tradicionales están más enraizados; los hombres rurales están mucho más anclados en los valores tradicionales que en el medio urbano. Y a todo esto se une que, por lo general, los habitantes de estas zonas rurales suelen ser de edades avanzadas, por lo que esperar un cambio de formas de pensar y de vivir es más complicado.

Antiguamente las mujeres en el mundo rural, además de echar una mano en las tareas del campo, tenían también que encargarse de mantener la casa y ocuparse de los hijos. La actividad laboral es, por lo general, principalmente masculina, siendo la tasa de inactividad laboral mayor entre las mujeres: para realizar las tareas del campo por cada cuatro hombres tan solo se contrata a una mujer. Es por esto que en el medio rural la mujer debe generar su propio modelo de empleo.

A estas desigualdades laborales se les añaden otros factores que hacen del medio rural un espacio profundamente patriarcal, como la creciente masculinización de los pueblos pequeños, ya que las mujeres tienden a abandonar el entorno rural en el que han nacido buscando mejores oportunidades. Tampoco las políticas que fomentan el progreso económico tienen en cuenta la necesidad de contar más con las asociaciones de mujeres para modernizar la agricultura y favorecer el desarrollo rural. La financiación de proyectos para mujeres agrarias contribuye a revertir la imagen patriarcal que considera al hombre como el único trabajador del campo.

Las desigualdades en el medio rural también se ponen de manifiesto en la escasa presencia de mujeres dentro de los órganos rectores de las cooperativas agrarias y en la titularidad de las tierras. En este último punto y aunque en 2011 se aprobó una ley para fomentar la titularidad compartida, en el año 2016 de casi un millón de explotaciones agrarias existentes en España, solo 352 tenían como propietarios a un hombre y una mujer; y solo un 29% de la tierra era de propiedad exclusivamente femenina.

El feminismo como movimiento que promueve el cambio para construir una sociedad más justa e igualitaria puede contribuir a la mejora y al desarrollo en las zonas rurales en sus diferentes aspectos. Las nuevas generaciones de mujeres rurales van abriendo poco a poco caminos para revertir estas tendencias. En este sentido se desarrolla desde hace años el Foro Feminista Rural Rocío Eslava, un espacio de encuentro en el que las mujeres rurales debaten sobre gestión del espacio rural, ecofeminismo y problemas del espacio rural en el que habitan. Y surgen voces como la de la veterinaria de campo y poeta María Sánchez, que colabora en diferentes medios y que acaba de publicar Tierra de Mujeres un libro en el que recoge sus reflexiones y sus vivencias como veterinaria de campo y con el que rinde un pequeño homenaje a las mujeres de su familia y a las mujeres trabajadoras del campo. O la asociación de Ganaderas en Red, un colectivo de mujeres profesionales de la ganadería extensiva y el pastoreo, de diferentes pueblos de la geografía española, que se apoyan mutuamente tanto en lo personal, como en lo laboral

En definitiva, las mujeres en el mundo rural han comenzado el cambio y el feminismo puede ayudar a convertir este entorno en lugares cómodos para las mujeres, lugares donde puedan desarrollarse en igualdad, entornos donde dejen de ser sujetos pasivos y en los que puedan participar de manera activa en el desarrollo de su comunidad, rompiendo con los modelos tradicionales y construyendo un nuevo conjunto de valores.