Parece que ya ha pasado la tormenta. O quizás solo sea un intervalo entre dos borrascas que se acercan peligrosamente por el noreste de España. Recuerdo que en la época franquista se contaba climáticamente que recorría toda España un fresco general procedente de Galicia. Ahora sería algo así como que nos comamos a la fuerza las butifarras y los calsots a pesar de estar con un virus estomacal que dura ya demasiado tiempo. Estiro y aflojo. Te doy y te quito. Todo a condición de que me des algo. Pero, claro, lo que quiero que me des, que no es otra cosa que tu voto para poder aprobar los presupuestos generales del Estado, que ya deberían estar aprobados desde hace tiempo, por cierto, me lo sometes a una condición imposible de aceptar. Se trataría de un hecho futuro y desconocido, pero imposible. No estamos hablando de que me des más dinero, que eso ya lo he conseguido. Tampoco se trata de acercar los presos a Cataluña, que también lo he conseguido. Y no se trata finalmente, de ponerte buena cara a tu inmensa cara, que también. Pero hete aquí amigo mío, que lo que quieren algunos de los catalanes no es eso, sino mucho más: dinero, más dinero y, sobre todo, independencia. Piden al Gobierno central que se salte la Constitución como ellos, y que incluso dé órdenes a los fiscales y jueces para que no haya juicio. Con lo que demuestran su completa ignorancia acerca del funcionamiento de un Estado de Derecho. O si lo saben, están poniendo al presidente del Gobierno español (y de ellos también por ahora) entre la Moncloa y el Paseo de Gracia, pues como un verdadero pase de baile, da un pasito para adelante y otro para atrás. Solo que en este último se puede caer por un barranco y tener que convocar elecciones. Cosa tan mala que le haría cumplir incluso su promesa de hacerlo.

La solución para seguir mareando la perdiz era el nombramiento de un relator. Lo que ha incendiado las masas de derechas y de centro. Convocan manifestaciones en Madrid en su contra. Pero como en un paso para atrás, es retirada la propuesta de su designación. Sin embargo, la concentración del pasado domingo, allá donde está una de las banderas españolas más grandes de este país, la Plaza de Colón, lejos de ser suspendida, se mutó. En lugar de protestar por el relator, se gritó que España no se vende ni se desune y además hay que convocar elecciones generales. Un éxito de convocatoria para los convocantes y un fracaso para los reprochados. Lo único que tenían en común, unos y otros, es que la Constitución no se vulnera ni siquiera por los calsots y las butifarras. De esa manera el relator pasó a mejor vida, aún sin nacer. Un aborto legal. Lástima que se diera tanta importancia a esa figura, pues no servía para nada. Un relator, un notario, un fedatario, un amanuense, un oidor, un mediador, un conciliador, un charlatán de turno, o simplemente una grabadora para dejar constancia de lo que se hable. Todo para decir uno 'quiero la independencia', y el otro, 'no puede ser'. Punto final. Para eso no hace falta un relator, ni un cuento siquiera, basta con un comisario que te meta dentro de la salsa romescu un micrófono, para después vender la conversación al mejor postor, o para que se sepa que ni unos san tan buenos ni otros tan malos. El relator desapareció a la misma velocidad con la que entró.

Un pasito para adelante, con acercamiento de presos y mucho dinero. Un pasito para atrás, y fuera el relator. Y una conclusión: no hay acuerdo que vaya contra la ley. Así que en esas estamos, adentrándonos en un juicio por un empecinamiento de buena fe para unos pocos y de mala fe para otros muchos, por una independencia absurda.