Paseaba, cuando me encontré a un SER HUMANO al que saludé con cierto cariño, ya que había sido de LA PLANTILLA de una empresa en la que trabajaba mi PERSONA CUIDADORA 1 cuando yo era una CRIATURA.

También había formado parte del PROFESORADO de una conocida academia a la que durante muchos años iba EL PUEBLO MURCIANO para preparar oposiciones. Hablamos de muchas cosas, de sus hijos y sus hijas, de sus primos y sus primas, y de amigos y amigas en común. Hasta hablamos de la PERSONA CUIDADORA 2 de Fulanita, que durante unos meses fue POBLACIÓN RECLUSA en la cárcel de Sangonera.

Confieso que me ha costado escribir este texto inventado. Me ha costado y me ha entrado risa. Ahora voy a escribirlo de la manera en la que, creo, la aplastante mayoría de la sociedad lo haría:

Paseaba, cuando me encontré a un HOMBRE (o señor) al que saludé con cierto cariño, ya que había sido EMPLEADO de una empresa en la que trabajaba mi PADRE cuando yo era una NIÑA. También había sido PROFESOR de una conocida academia a la que durante muchos años iban los MURCIANOS para preparar oposiciones. Hablamos de muchas cosas, de sus hijos, de sus primos y de amigos en común. Hasta hablamos de la MADRE de Fulanita, que durante unos meses estuvo PRESA en la cárcel de Sangonera.

Todas las palabras usadas en el primer texto son las que los grandes pensadores de distintas comunidades autónomas nos quieren meter por narices en el uso diario de nuestra lengua. Y es que ahora tenemos que hablar procurando no ofender ni excluir a nadie, ni a los animales. A nadie. ¿No se dan cuenta de que la mayoría del personal se descojona cada vez que un medio nos cuenta la publicación de una nueva guía de lenguaje inclusivo? ¿No se dan cuenta de que el dinero usado para imprimir o elaborar miles de guías de esas de pacotilla se podría dedicar a cosas realmente urgentes e importantes? ¿No se dan cuenta del ridículo espantoso que hacen con estas ocurrencias súper modernas?

Hablaba el otro día con una compañera sobre los gurús del lenguaje inclusivo. Ella aseguraba que son personas incultas, porque si supieran un poquito de dónde viene nuestra lengua, nuestra gramática y nuestra ortografía, jamás osarían a decir, defender o dejar por escrito tanta imbecilidad. Puede que sea así, pero, creo que el problema es aún más gordo: están convencidos de que lo que hacen es la verdad absoluta y creen que hay que cambiar el lenguaje para que todas, todos y todes podamos conversar sin ofendernos ni sentirnos excluidos.

También es verdad que lo tomo como anécdota, pues, gracias a Dios (no quiero que se ofendan los ateos), la gente continúa con sus vidas viendo esto del lenguaje inclusivo llevado al extremo de manera chistosa. Mientras ellos se devanan los sesos para ver cómo debemos hablar sin ofender ni excluir, el resto de los mortales disfrutamos de la familia, de la compañía de amigos (se entiende que también tengo amigas); o de salir adelante en este país que tan bonito nos están dejando.