Si el alemán fuera un idioma global, el mundo se rendiría a Der Spiegel como el mejor semanario en vigor. Por lo mismo, le recomiendo que se niegue a una entrevista con la publicación fundada por Rudolf Augstein. Los periodistas no dejarán ni un pliegue de su vida sin escrutar. Esta prevención no afectó a Arthur Gregg Sulzberger, editor del N ew York Times en la quinta generación de la familia propietaria, los Ochs Sulzberger.

El editor sobrevive a la trituradora alemana, tal vez porque les habla en su idioma de datos, fortalezas, debilidades y errores. «El tiempo y los recursos son las dos cosas que están más en peligro en nuestra profesión ahora mismo», a destacar el enunciado en primera persona. La conversación resultante debería titularse Der Spiegel entrevista al N ew York Times, y constituye una excelente síntesis de la vida en la agitada cumbre del periodismo.

La vocación iconoclasta de los sucesivos ingenios humanos obligaba al New York Times a sucumbir, en la era de la fugacidad definida por internet. Al contrario, la 'dama gris' no solo se mantiene sin despeinarse una cana, sino que ha mejorado su penetración hasta convertirse en referente planetario. A. G. Sulzberger explica la pujanza de su cabecera, con dos millones y medio de suscriptores digitales y millón y medio en papel, recurriendo al músculo informativo. Desde el titular ya avanza que «Para producir buen periodismo, no hay atajos». Donde la 'producción' elimina las tentaciones literarias, pero la ambición de los objetivos enlaza con el eslogan promocional de su cabecera. «Encontrar la verdad es difícil, pero ayuda tener 1.500 periodistas». El editor recuerda que solo la delegación de su periódico en Washington está formada por un centenar de personas.

Donald Trump ocupa una porción destacada del interrogatorio, palabra a emplear en toda su extensión. En la polarizada prensa española, chocará la respuesta de Sulzberger, «cubrimos este Gobierno igual que cualquier otro, con lealtad y agresividad». De nuevo hay que reparar en el término agresivo, que rehuirían incluso los periodistas que lo practican con saña. Cuando el actual presidente se quejó de las fieras columnas de Maureen Dowd, el editor le replicó con un estoico «no es tu culpa, es tu turno».

Frente a la división acorazada alemana, Sulzberger no se refugia ni en la poesía ni en la nostalgia. Abanderó la crítica despiadada a la insuficiente digitalización del Times, pero hoy habla sin titubear del presente que debe labrar un futuro.

«Para cambiar, lo más importante es tener una comprensión profunda de lo que no debe cambiar».