Esta tarde, mi vida ha estado marcada por una intensa emoción. En nuestro encuentro habitual de debate, hemos leído, comentado y escuchado en la voz de Joan Báez, la carta (bella, valiente y tierna) que el anarquista Vanzetti, sentenciado a una injusta pena de muerte, dirigió a su padre, antes de ser ejecutado en la silla eléctrica: «Padre, no tengas miedo de contar mi crimen. El crimen de amor a los olvidados». Su valor y entereza, su lucha por mejorar el mundo, su ternura y amor a la vida nos ha conmocionado profundamente.

Inmediatamente después he asistido a una estremecedora experiencia, vivida y contada por dos valerosos y arriesgados jóvenes, Adrián y Manuel, que me ha hecho llorar de rabia, de impotencia, de dolor, pero también de esperanza. Son voluntarios del emblemático barco Open Arms, dedicado a salvar vidas en el Mar Mediterráneo. Las vidas de hombres y mujeres, de jóvenes y niños, con nombres y apellidos, que cómo vivirán en sus países de origen, cuando se exponen a tan crudos y siniestros peligros, en sus angustiosas travesías por el desierto y por el mar.

En los vídeos presentados, he visto escenas desgarradoras, capaces de ablandar un corazón de piedra: una madre joven, en lucha por mantenerse a flote en la superficie de las agitadas aguas, con rostro desencajado, levantando con sus brazos escuálidos a su niño desnudo y lloroso, intentando acercarlo al socorrista del Open Arms. «Si yo me ahogo, al menos que mi hijo se salve», leía yo en los ojos de la joven y desesperada madre. He cerrado los míos y me he echado a llorar.

Traigo a mi memoria los mensajes de las nuevas políticas, que no son tan nuevas. «Vienen a quitarnos el trabajo». «Vienen a beneficiarse de los servicios sociales». «Con el tiempo serán tantos, que nos echarán de España». «Van a adulterar nuestra sangre y a imponernos sus costumbres». «Que los acojamos nosotros en nuestras casas». Eslóganes y mentiras concebidas para odiar a quien sólo pretende sobrevivir, para rechazar al diferente, al extranjero, al que no es como nosotros, para culparles de nuestros males. N0. Y mil veces N0. Ellos vienen para no morir en su pais (como nuestros antepasados lo hicieron hace años). Vienen a enriquecernos con su trabajo, a completarnos con su cultura, a romper fronteras y crear entre todos un mundo más compartido y humano.

Pienso que muchos países europeos tienen una deuda acumulada con estos pueblos del Sur. Se han enriquecido robándoles sus materias primas y aprovechándose de su joven y barata mano de obra. Una buena acogida ahora, sería una ocasión propicia para reparar y devolverles lo robado a lo largo de tantos años.

Sin embargo, esta vieja, rica y podrida Europa, que en los años de su constitución reclamaba sus raíces cristianas, ahora, abofetea el rostro de Cristo, rechazando a sus hermanos africanos por el simple hecho de ser pobres y por el intento de escapar del hambre, la violencia, la persecución y la muerte.

Esta vieja, rica y podrida Europa se rodea de muros y fronteras para que los pobres no le molesten, como si sólo ella tuviera el derecho de disfrutar de todos los bienes que la Madre Tierra, generosamente, ofrece para vida y disfrute de todo ser humano.

Esta vieja, rica y podrida Europa se postra a los pies de un neoliberalismo económico excluyente y asesino, obligando a sus socios a doblegarse al imperio financiero. Y en concreto al Gobierno de Pedro Sánchez, que en un momento esponjó el corazón de gran parte de la población española con la acogida del Aquario y, ahora, mantiene amarrados a barcos como el Open Arms y Aita Mari, criminalizando a quienes se arriesgan a defender y salvar la vida de los pobres y olvidados, entre quienes, como el poeta y cantor, tienen su suerte echada.

Muchos medios, pagados por poderosas entidades financieras, que explotan el sentimentalismo de la ciudadanía ante la tragedia de un precioso niño, con fines espurios, descartan, falsean, manipulan o ignoran la tragedia de tantos niños, también hermosos, ahogados en el Mar Mediterráneo, por falta de ayuda.

Adrián y Manuel siguen contando su humanitaria experiencia en el bendito Open Arms y responden a las preguntas de quienes asistimos al acto. Yo agradezco la vida de Vanzetti, a quien hemos homenajeado esta tarde y la arriesgada y generosa dedicación de Adrián y Manuel por salvar vidas. Y junto a ellas, las de tantas personas, que también luchan por construir un mundo donde la persona sea el centro de todo. Esto aviva mi fe en la capacidad de bondad del ser humano y mi esperanza en la construcción de un mundo más justo y más igual.

Desde aquí invito a todo el pueblo de Cartagena al acto que, el próximo domingo, a las doce del mediodía, en el Puerto, junto al Hombre Pensante, celebraremos en memoria y honor de las personas ahogadas en el Mediterráneo, huyendo del hambre y de la muerte. Acto organizado por el Círculo de Silencio, varios colectivos que luchan en defensa de los Derechos Humanos y Ayuntamiento, para reflexionar y humanizar nuestro corazón, frente al fenómeno, cada día más hiriente, de las migraciones. También para denunciar a los políticos y exigirles actitudes y leyes más justas y humanas, en favor de los más pobres y olvidados de este mundo.

En el Puerto os esperamos.